martes, 6 de noviembre de 2007

A propósito del incendio en Mesa Redonda

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Artículo publicado en Perú21, martes 6 de noviembre de 2007

¿Qué hacer para imponer un mínimo de orden y seguridad en Mesa Redonda? Creo que existen dos grandes maneras de aproximarnos al asunto. El sábado pasado, Rosa María Palacios parece confiar más en el ejercicio de la autoridad del Estado: "Si el comerciante no quiere cumplir con lo mínimo que se le exige, entonces el Estado debe proteger a los consumidores de estos bárbaros. Si no pueden cumplir con la ley, la multa, el cierre y la clausura definitiva tienen que servir de escarmiento". De otro lado, el viernes pasado la sicóloga Susana Frisancho en La República, aunque refiriéndose a otro tema, proponía, por el contrario, que "en lugar de solamente amenazar con la existencia de reglas y sanciones, sería mucho más educativo argumentar también a favor de las razones más profundas (el respeto al otro, el reconocimiento de su dignidad y de sus derechos fundamentales) que subyacen a las conductas que las personas deben cambiar".

Las personas, ¿respetan las reglas porque están convencidas de su valor o porque temen las sanciones? Una respuesta cómoda sería que por las dos cosas. Sin embargo, se tiene que precisar de qué manera las dos cosas se entrelazan.

Como politólogo, comentaré que los llamados a la buena conducta están bien, el problema está en que los comerciantes enfrentan lo que la teoría llama un problema de acción colectiva: todos saben que es conveniente cumplir con las normas de seguridad, pero al mismo tiempo todos quisieran que sean los demás los que las acaten y asuman sus costos, mientras que ellos solo obtienen beneficios. Esto se agrava porque estamos en un contexto de competencia exacerbada. Por esto, la mano invisible por sí sola no abrirá paso al orden, por lo que se necesita del Leviatán estatal. Sin embargo, este está pintado en la pared. Los comerciantes saben que la ley existe, pero no se sanciona el incumplimiento.

El problema en nuestro país es que se dictan normas sin atender la dimensión del enforcement: si no se crean o refuerzan paralelamente las instituciones capaces de hacer cumplir las normas, ellas quedarán en declaraciones líricas. Este caso es elocuente, y la propia autoridad reconoce su impotencia. Si el municipio, la Policía, la Fiscalía y el Poder Judicial no sancionan efectivamente la violación de la ley, esta no se cumplirá. Dado que estamos ante un problema de seguridad pública, y que es prácticamente imposible que los comerciantes lo enfrenten por sí solos, le corresponde intervenir a la autoridad pública. Pero esa intervención, para despertar conductas cooperativas, no basarse solamente en la represión y poder perdurar en el tiempo, debe legitimarse apelando también a razones éticas y al valor de la vida, así como al bienestar social. Lamentablemente, se hace poco de una y otra cosa.

Ver también:

Blog de Susana Frisancho
http://blog.pucp.edu.pe/item/15772#c
http://blog.pucp.edu.pe/item/15913

Artículo de Rosa María Palacios
http://www.peru21.com/comunidad/Columnistas/html/palaciosindex.html

AÑADIDO:


Anoche ví en canal 11 una entrevista sobre estos temas de Pedro Salinas a Augusto Ortiz de Zevallos . Me quedó la idea de que, para que las cosas funcionen, lo que se necesita es complementar el ejercicio de la autoridad del Estado (el palo) no tanto con llamados a los valores, sino con una zanahoria para los comerciantes. Es decir, ustedes cumplen con las normas, y el municipio a cambio invierte en la mejora de la zona. Para esto se necesita una verdadera autoridad metropolitana, que no tenemos. Y claro, si no cumples, te cae. Y complementas la lógica del palo y la zanahoria con la reflexión sobre los valores. Esa sería mi respuesta; en otras palabras, primero los incentivos, luego los valores. Quizá la clave sea que en el corto plazo funciona mejor la lógica de castigos y premios, y en el mediano y largo, los valores. Parece una discusión trivial, pero en el fondo estos son temas centrales de la teoría social.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Martín,
Yo aclaré, gracias a un comentario de Daniel Salas a mi artículo de la República, que estoy de acuerdo con tu postura. Avalo también lo que dice Rosa Maria Palacios pues creo que cuando no se han instalado en las personas reglas de ningun tipo ni estructuras morales que puedan recibir y procesar los mensajes que apelan a la ética, al bien comun y a los derechos de todos, tiene que haber control ambiental riguroso. Pero mi punto era, tal como tú dices, que lo educativo debe acompañar SIEMPRE esas practicas rigurosas de control. De otra manera no se colabora en la formación de la gente y se mantiene la tan cosntante practica entre los peruanos de sacarle la vuelta a la norma o actuar "bien" solo cuando me revisan o me ven.

Anónimo dijo...

Ya en el juicio sobre el incendio que acabó con la vida de decenas de compatriotas hace seis años en el mismo sitio, quedó establecido que el asunto funciona así: los comerciantes son conscientes que están actuando mal y COIMEAN a las autoridades para que se hagan de la vista gorda. Resulta increíble que el alcalde, tan avispado para inventar cobros de la SAT, escaleritas sobrevaloradas, fuentes de agua en el desierto limeño y otras peripecias más, se deje "hacer el avión" por comerciantes supuestamente incultos. Eso solo le cree la prensa ayayera.

Anónimo dijo...

Tanaka, ahora eres bombero?
Un abrazo, Carlos M.