domingo, 30 de septiembre de 2012

Lecciones para la derecha

Artículo publicado en La República, domingo 30 de setiembre de 2012

A la luz de varios acontecimientos recientes, me atrevo a sugerir algunas ideas que considero deseable que fueran asimiladas por la derecha.

La reciente resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que pidió la anulación de la sentencia que redujo las penas de Vladimiro Montesinos y de miembros del “Grupo Colina” por el caso Barrios Altos, debería llevar a repensar la actitud de amplios sectores de derecha respecto a estos asuntos. Ellos suelen simpatizar con un razonamiento que implica reducir o minimizar la responsabilidad penal de quienes dirigieron e implementaron políticas que llevaron a la violación sistemática de los derechos humanos; y denostar del sistema interamericano de protección y defensa de los mismos, supuestamente controlados por “caviares”.

Deberían entenderse que esta retórica y práctica política conduce inevitablemente a un callejón sin salida en lo doméstico y a un papelón en el ámbito externo. Así, está muy bien reivindicar la importancia del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), institución del Banco Mundial con sede en Washington D.C., para asegurar la estabilidad de los contratos y velar por la buena imagen del país como destino de inversiones; pero no se puede vivir la esquizofrenia de negar al mismo tiempo la importancia del respeto al Estado de derecho y a los derechos humanos. Una derecha moderna debería por lo tanto marcar distancias con sectores ultras marcados por la retórica más rancia y tradicionalista del fujimorismo, que también tiene pendiente una reconversión democrática.

Otro asunto está relacionado con la suspensión de facto del proyecto Conga y las buenas noticias en cuanto a las perspectivas de crecimiento económico y ritmo de la inversión privada. En la práctica esto significa que la derecha no tiene por qué asumir colectiva y corporativamente los errores de manejo de una empresa particular. En los pasillos del Club Empresarial se puede escuchar decir que la mala reputación de Yanacocha es comprensible dados los muchos errores cometidos, pero que ellos no deberían afectar otras empresas empeñadas en desarrollar buenas prácticas. Pero es un discurso que debería ser público, y la derecha poner por delante una propuesta clara de desarrollo inclusivo, y no la defensa a rajatabla del sector privado.

Finalmente, en las últimas semanas se comentó de un incidente de racismo en las calles de San Isidro, protagonizadas por un grupo de jóvenes en estado de ebriedad. Algunos comentaristas de derecha escribieron columnas condenando el hecho específico y el racismo en general. Otro ejemplo que debería ser seguido: la bandera de la lucha contra la discriminación no tendría que ser ajena a una derecha liberal, así como tampoco la crítica a la irresponsabilidad, frivolidad, indolencia, de la “élite limeña”. En esto debería retomarse una larga tradición, por lo que caería bien releer Paisajes peruanos, de José de la Riva Agüero, a cien años de su publicación.

A propósito de una "chiquita" de Correo...


El pasado 27 de septiembre, el diario Correo, se refiere indirectamente a un post de este blog publicado en marzo de 2007. Quisiera decir algo muy breve al respecto.

Veo con sorpresa que algo que escribí en marzo de 2007 concite ahora tanta atención; atención que solo se explica por la actual ofensiva tanto de la ultra izquierda como de la ultra derecha en contra de la defensa de los derechos humanos, en contra de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que tienen como blanco común a los llamados sectores "caviares". Denostar a quienes se identifican con esas banderas es parte central de esa estrategia.

Respecto al post de marzo de 2007, solo tengo que reiterar lo que ya dije:

"No voy a mencionar los nombres de los protagonistas de esta historia, porque no se trata de juzgar a las personas. Tal vez este pata no sea el tipo de persona que esta historia sugiere, tal vez estuvo en un penoso cuarto de hora. No sé (...) He conocido gente magnífica, de primera, trabajando en ONGs o en la militancia de izquierda, con las que he tenido contacto. Ejemplos de compromiso, consecuencia, con las causas por las que trabaja, de gran calidad humana. También he conocido gente como la que les cuento, que prefiero no calificar. Vistas las cosas retrospectivamente, ese día descubrí que la izquierda no tiene el monopolio de la moralidad, de las buenas intenciones, de la conducta ética. Desde entonces, he conocido gente deplorable en todas las tiendas y posiciones políticas; también gente de primera en todas las tiendas y posiciones políticas. Para mí, ahora, eso es lo que verdaderamente importa".

Lamento especialmente que a algunos no les importe en absoluto pisotear honras, utilizar personas, manipular la información, con tal de hacer avanzar sus objetivos políticos antidemocráticos.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Lecciones para la izquierda

Artículo publicado en La República, domingo 23 de setiembre de 2012

A la luz de varios acontecimientos recientes, me atrevo a sugerir algunas ideas que considero deseable que fueran asimiladas por la izquierda.

La reforma del transporte en Lima, el desalojo del mercado de La Parada y el traslado a Santa Anita y otros sugieren que operar bajo el supuesto de que sectores populares o de origen popular se identificarán con el “bien común” o el “interés general”; y de que el “pueblo organizado” y las “organizaciones de la sociedad civil”, y sus dirigentes en efecto representan a quienes dicen representar, constituye una gran ingenuidad política. Al mismo tiempo, desafíos como el de la revocatoria sugieren que la democracia directa no siempre es mejor que la representativa, y que la “iniciativa popular” puede ser “capturada”, por intereses particularistas. En otras palabras la noción de que “el mundo popular” es un mundo de intereses armónicos que se contrapone con el mundo de los “de arriba” también monocromáticamente excluyente, no parece ser una guía suficiente para la acción política en nuestro país. De este modo, nociones centrales en el discurso tradicional de la izquierda, que reivindican el protagonismo o “empoderamiento” popular, el trabajo con organizaciones sociales, con dirigentes populares, la promoción de la participación como alternativa o complemento a la democracia representativa está muy bien, pero resulta muy insuficiente a estas alturas.

La izquierda necesita no solamente un programa de gobierno, también un diagnóstico actualizado de la realidad social peruana. Acaso uno de los grandes problemas que explica las desventuras de la izquierda es que no entiende el país, a pesar de contar con un importante grupo de académicos e intelectuales: más precisamente, el problema es que la visión de ese grupo aparece cada vez más alejada de lo que sucede en el país. Más precisamente aún: en general, las ciencias sociales tienen, tenemos, el reto de repensar y entender mejor el país.

De otro lado, diversos grupos de izquierda inician nuevamente, conversaciones en función de crear nuevos partidos y constituir un nuevo frente político. ¿Cómo evitar repetir la historia que empieza con la declaración de buenos propósitos y la propuesta de construir la unidad sobre la base de un programa, sigue con debates y desacuerdos, desencadena una división en medio de acusaciones testempladas y termina con la postulación improvisada de diferentes grupos, algunos trepándose a carros ajenos, y otros presentando candidaturas sin ninguna opción? Acaso habría que partir por sincerar los proyectos y preferencias políticas, y no forzar la unidad de lo que no es unificable; pero ser concientes también de que las diferentes alternativas de izquierda no están como darse el lujo de ser excluyentes y celosamente principistas. Lo importante es que la izquierda “conecte” con una sensibilidad popular que le ha resultado esquiva, más cercana a la derecha y al populismo.

La próxima semana, lecciones para la derecha.

ACTUALIZACIÓN, 28 DE SETIEMBRE

Ver también:

27 de septiembre de 2012
Algunas preguntas sobre las "lecciones" de Tanaka a la izquierda
Por Carlos Mejia A.

26 de septiembre de 2012
DIEZ CONSEJOS PARA MIS AMIGOS DE IZQUIERDA
Jose Alejandro Godoy

ACTUALIZACIÓN, 28 DE SETIEMBRE

Domingo 30 de setiembre del 2012
¿Qué izquierda?
Alberto Adrianzén M.


jueves, 20 de septiembre de 2012

¿Hay lugar para los pobres en el Perú?


Está disponible en línea el libro ¿Hay lugar para los pobres en el Perú? Las relaciones Estado-sociedad y el rol de la cooperación internacional (Patricia Zárate, ed., Lima, DFID, 2005), que cuenta con un par de capítulos escritos por este servidor. Pese a los años pasados desde su publicación, creo que sigue siendo una lectura útil para los interesados en el tema. Presento el índice y añado un párrafo que describe el contenido de los capítulos a mi cargo.

Contenido

Presentación

1. ¿En qué consiste el cambio a favor de los pobres?
Sue Unsworth

2. Las relaciones Estado-sociedad en el Perú: un examen biblográfico
Gonzalo Portocarrero

3. Las relaciones entre Estado y sociedad en el Perú: desestructuración sin reestructuración
Martín Tanaka

Este documento es, a la vez, un ensayo bibliográfico y una reflexión personal sobre las discusiones existentes en torno a las relaciones entre sociedad y Estado en el Perú. Aquí sostengo que en los últimos años se ha producido un cambio profundo en esas relaciones y que en la actualidad se observa una profunda brecha entre ambos, rotos los mecanismos de intermediación que brinda un sistema de partidos, debilitados y  aislados los grupos de interés y movimientos sociales, todo esto en medio de una profunda crisis de legitimidad del Estado y del sistema político ante la ciudadanía. Esta situación es consecuencia inmediata de la herencia del fujimorismo, que desarticuló las instancias de mediación que estuvieron en gestación desde finales de los años setenta y en desarrollo a lo largo de los años ochenta. El fujimorismo se caracterizó por una práctica explícita en contra de los partidos políticos, las instituciones estatales autónomas, las formas de acción colectiva y organizada de los distintos grupos sociales, y por el control y la manipulación de los medios para vincularse con la opinión pública ciudadana. Destruidos los mecanismos “normales” de intermediación entre sociedad y Estado, el fujimorismo los sustituyó por prácticas neoclientelistas
dentro de un esquema que combinó neoliberalismo en lo económico, neopopulismo en cuanto a la relación con la sociedad y autoritarismo como estilo de gobierno.

4. Las élites en el Perú y su papel en las políticas “pro pobre”
Martín Tanaka

En este documento se sostiene que las élites en el Perú muestran una gran precariedad, como consecuencia de un largo proceso de debilitamiento, al haber sido golpeadas una y otra vez por el fracaso sucesivo de los diversos intentos de recomponer las relaciones entre sociedad y Estado una vez cancelado el orden oligárquico en los años sesenta. El velasquismo en este decenio, la democracia de los años ochenta y el fujimorismo en los noventa fueron intentos fallidos de dar forma a las energías sociales liberadas por
un profundo proceso de democratización social, que no ha logrado asumir formas institucionales estables. En este contexto, encontramos que las élites en el Perú se caracterizan por haber pasado por sucesivas rupturas, lo que ha impedido que se constituyan en actores fuertes con capacidad de perfilar proyectos o visiones de largo aliento que incluyan políticas a favor de los pobres. Todo lo dicho se expresa en lo político, en el colapso del sistema de partidos; en lo económico, en la existencia de grupos empresariales en constante asedio y recomposición, y casi siempre encerrados en la defensa de intereses inmediatistas; en lo social, en la debilidad de los actores, en problemas de legitimidad de los poderes de facto y en la escasa audiencia e influencia de núcleos intelectuales.

5. El sector informal y su relación con el Estado
Romeo Grompone

6. Hacia un cambio a favor de los pobres en el Perú: El rol de la comunidad internacional
Francisco Sagasti

martes, 18 de septiembre de 2012

Héroes y referentes morales

Artículo publicado en La República, domingo 18 de setiembre de 2012

Esta semana celebramos los veinte años de la admirable operación de inteligencia policial que permitió la captura de Abimael Guzmán. Se ha hablado, con razón, de la injusticia que implica el no haber reconocido como héroes nacionales a los miembros del Grupo Especial de Inteligencia, los artífices de la captura. No es el único caso, lamentablemente: los Comandos de la Operación Chavín de Huántar, los combatientes del Cenepa, por ejemplo, tampoco han tenido el trato que merecen; y cada cierto tiempo sabemos de situaciones penosas por las que pasan miembros de las fuerzas armadas o policiales protagonistas de acciones valerosas en defensa de la sociedad, para tener atención médica, o sus familiares para poder acceder a pensiones o beneficios. ¿Por qué?

En parte esto es consecuencia simplemente del mal funcionamiento del Estado, de la proverbial ineficiencia a la que nos tiene acostumbrados. Pero también, me parece, es consecuencia de lo difícil que es para un país como el nuestro tener figuras, referentes, que despierten unánimemente adhesión, admiración, identificación. En otras palabras, también es consecuencia de nuestra precariedad como sociedad.

Hay quienes llegan a ser héroes como consecuencia de algunas circunstancias; la persona normal que hace acciones extraordinarias en momentos extraordinarios, pero cuyo reconocimiento se ve mellado por su trayectoria previa, que no resulta tan admirable, por así decirlo. Eso se traduce posteriormente en disputas, rencillas o denuncias, resultado de celos, conflictos, agravios, equivocaciones o malas acciones que suelen tienen una historia larga. De otro lado, es muy excepcional que quienes resultan siendo héroes o personajes dignos de admiración o consideración especial, mantengan esa condición. Para que ello sea posible estos personajes deberían en efecto mantenerse en otra situación, que los saque de las vicisitudes cotidianas. En otros contextos esto implicaría una pensión vitalicia, un escenso significativo y la dedicación a asuntos menos controversiales. Así, algunos expresidentes se dedican a construir bibliotecas, grandes personajes se dedican a dar conferencias o integrar consejos consultivos de diversas instituciones o proyectos. En nuestro país, nuestros héroes o personajes dignos de admiración están o se sienten obligados a seguir en la lucha cotidiana: así, Ketín Vidal intenta infructuosamente hacer una carrera política, Marco Miyashiro aparece como asesor de Keiko Fujimori, Benedicto Jiménez como candidato del APRA a la alcaldía de Lima, por ejemplo. Mario Vargas Llosa, nuestro premio nobel, o Javier Pérez de Cuéllar, ex Secretario General de las Naciones Unidas, se sintieron obligados a protagonizar o participar activamente en campañas electorales o a intervenir más de una vez en asuntos políticos altamente controversiales.

Siendo así las cosas, nuestros héroes o referentes morales escasean, y suelen ser personalidades semiretiradas, de edad avanzada.

lunes, 10 de septiembre de 2012

El PRI vuelve

Artículo publicado en La República, domingo 9 de setiembre de 2012

El 31 de agosto pasado, Enrique Peña, candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI) fue proclamado oficialmente ganador de las elecciones del pasado 1 de julio, con lo que este partido volverá al poder después de doce años de gobierno del Partido Acción Nacional (PAN). En 2000, México parecía querer terminar de manera definitiva con más de setenta años de predominio priísta, de allí el desconcierto que genera este resultado. El candidato perdedor, Andrés López, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), alega la existencia de un fraude electoral, ha desconocido el resultado e incluso ha llamado a la desobediencia civil, tal como hizo después de las elecciones de 2006, que llevaron a Felipe Calderón a la presidencia. Por supuesto, López objeta el triunfo nacional del PRI, pero acepta como válidos los resultados en los que su partido ha resultado ganador, en el Congreso, en gubernaturas y municipios.

De un lado, estos acontecimientos nos dicen de lo difícil que es para algunos sectores de izquierda aceptar las reglas del juego democrático, y aceptar y entender que su visión del mundo no es la única que existe. Si se asume que el pueblo es “naturalmente” de izquierda, entonces el triunfo del supuesto enemigo y explotador de las masas, resulta moralmente inaceptable, y solo puede ser explicado mediante el fraude, la manipulación o la coacción. No se considera que la derrota sea simplemente consecuencia de no haber presentado una mejor propuesta a los electores. Esto no significa que la calidad de la democracia, y de las condiciones de la competencia electoral no deban mejorar; que no se deba limitar la influencia del dinero en las campañas electorales, y buscar el máximo de pluralismo, equidad y acceso de los candidatos a los medios de comunicación. Pero si se acepta que hay condiciones mínimas que permitan una elección competitiva, y se aceptan las reglas de juego, entonces se deberían respetar los resultados.

En lo que sí tiene mucha razón la crítica de izquierda es en denunciar que la vuelta del PRI es en gran medida consecuencia de una renovación cosmética, superficial, de imagen y de mercadotecnia, antes que de una renovación política profunda, resultado de un examen autocrítico de su desempeño en el pasado. Felizmente, para la democracia mexicana, la garantía de que no habrá una vuelta al pasado no está en la conversión democrática del PRI, sino en la fortaleza de la oposición y en la activación de la sociedad civil.

En nuestro país, ya se habla de las elecciones de 2016, y se anticipa una contienda entre viejos conocidos: Alan García, Keiko Fujimori, Alejandro Toledo, Lourdes Flores, Pedro Pablo Kuczynski. ¿Ofrecerán algo verdaderamente nuevo, o apostarán a que basta la cirujía estética para convencer a los electores? De otro lado, las fuerzas contentastarias y de izquierda, ¿podrán ofrecer algo mejor? ¿Qué lecciones se han aprendido de las gestiones de Susana Villarán y de Ollanta Humala?

VER TAMBIÉN:

La pugna poselectoral provoca la ruptura de la izquierda mexicana
El ala socialdemócrata del PRD y López Obrador planean sus propios partidos
Luis Prados 9 SEP 2012

lunes, 3 de septiembre de 2012

Sobre la moderación política

Artículo publicado en La República, domingo 2 de setiembre de 2012

Al llegar a la alcaldía de Lima en enero del año pasado, Susana Villarán intentó resaltar el inicio de un nuevo estilo de gestión, transparente, participativo, dialogante, lo que la llevó a marcar diferencias con el alcalde Luis Castañeda; al mismo tiempo, lanzó críticas al presidente de entonces, Alan García, por su estilo autoritario y cercanía con grandes empresas transnacionales, a propósito de la construcción del “Cristo del Pacífico”; e intentó llevar adelante iniciativas en el campo simbólico, como la ordenanza de respeto a toda orientación sexual, por ejemplo. Es decir, quería marcar claramente diferencias con autoridades de orientaciones políticas de derecha. Sin embargo, le fue muy mal políticamente; ahora, la alcaldesa finalmente ha detenido la tendencia a la caída en la aprobación ciudadana, pero bajo banderas que en principio no eran parte central de su identidad: llamar la atención sobre la realización de grandes obras de infraestructura, y reorganizar el tránsito de la ciudad, levantando la bandera del orden y el perfil de una autoridad que no teme enfrentar las “papas calientes”, una suerte de mezcla de los estilos de gestión de Castañeda y Andrade.

A finales de 2010, al inicio de la campaña electoral, Ollanta Humala hablaba de la “gran transformación”, pero empezó a darse cuenta de que con ese dicurso no ganaría la presidencia. Desde entonces pasó por el “Compromiso con el pueblo peruano” de marzo de 2011, la “Hoja de ruta”, y el “Compromiso en defensa de la democracia y contra la dictadura” de mayo de ese mismo año, viraje al centro consolidado como presidente electo y luego como como presidente en ejercicio. Estos cambios le permitieron ganar la elección, y en su primer año como presidente mantener el crecimiento económico y contar con niveles de aprobación ciudadana superiores a los de sus dos predecesores.

Lo que esta evidencia sugiere es que, al menos para Lima y para el país en su conjunto (las cosas son diferentes en algunos espacios regionales), la clave del éxito político se encontraría en la moderación y en cierta continuidad básica con las prácticas políticas de los gobiernos anteriores. Sin embargo, también lo es que para cualquier fuerza política progresista que se respete, es imperativo encontrar la manera de demostrar que su práctica de alguna manera marca una diferencia sustantiva con las opciones conservadoras. Está muy bien que las fuerzas de izquierda aprendan que es muy importante gobernar mostrando eficiencia, asegurando la estabilidad y la continuidad de las iniciativas que funcionan y que son apreciadas por la ciudadanía; y que sean realistas respecto a las posibilidades de aplicar sus plataformas originales. Sin embargo, también deben encontrar la manera, dentro de esos márgenes, de marcar una diferencia. La izquierda peruana parece oscilar entre el radicalismo maximalista y la resignación desencantada, y urge encontrar algún camino intermedio que tenga sentido.

ACTUALIZACIÓN, 5 de setiembre

Ver también:

Moderaciones
Raúl Wiener

Tanaka y la moderación política
Alexandro Saco