miércoles, 4 de junio de 2014

¿Una reforma imposible?

Artículo publicado en La República, miércoles 28 de mayo de 2014

Acaba de aparecer un libro muy importante, Una reforma imposible. La justicia latinoamericana en el banquillo, de Luis Pásara (Lima, Fondo Editorial PUCP, 2014). Se trata de una síntesis del trabajo del autor a lo largo de muchos años, accesible al lector no familiarizado con cuestiones jurídicas. Digamos que plantea un enfoque sociológico y politológico del funcionamiento del Poder Judicial en la región. Intenta responder preguntas medulares: ¿es posible cambiar la justicia en nuestros países?, ¿qué obstáculos han enfrentado los procesos de reforma?, ¿es posible superarlos? Para esto el autor hace un diagnóstico de los problemas de la justicia, rastrea sus orígenes históricos, evalúa los intentos de reforma ocurridos en los últimas décadas, da cuenta de nuevos desafíos que se presentan en los últimos años. La conclusión es que para lograr cambios significativos se requiere de una coalición política y social muy amplia, que tiene que ir mucho más allá de los jueces y operadores del sistema de justicia, que presione de manera sostenida en el tiempo, para lograr metas solo visibles en el largo plazo.

De allí el título del libro, una suerte de sentencia condenatoria que recibe la justicia latinoamericana en el banquillo de los acusados. Ya antes Pásara ha hecho previsiones pesimistas respecto al futuro del país, y lamentablemente no resultaron desencaminadas. En un libro publicado en 1988 llamaba la atención sobre los riesgos de la “libanización” de la democracia peruana (Luis Pásara y Jorge Parodi, eds., Democracia, sociedad y gobierno en el Perú. Lima, CEDYS); y en otro publicado en 1991 preveía la desmovilización y posible cooptación de los movimientos sociales (Pásara et.al., La otra cara de la luna: nuevos actores sociales en el Perú. Lima, CEDYS).

¿Por qué el pesimismo? Es que, a diferencia de otras áreas del Estado (educación, salud, empleo público en general), aquello que se tiene que reformar no puede, en principio, ser empujado por la sola voluntad política gubernamental. En los últimos años, con toda la precariedad política que vivimos, hemos dado algunos pasos encaminados a mejorar el funcionamiento del Estado introduciendo evaluaciones del desempeño, incentivos para las mejoras, sanciones para la ineficiencia. Hay obviamente resistencias, pero es posible avanzar algo. Con los jueces y operadores del sistema de justicia es diferente: gozan de autonomía, poseen una fuerte cultura institucional, y se han habituado a funcionar como lo hacen, tolerando altos niveles de corrupción, ineficiencia y exclusión social.

Pásara termina el libro diciendo que “el peor colofón de esta historia sería que, en materia de justicia, las cosas siguieran como hasta ahora. Aunque no es improbable que así ocurra, habríamos de lamentarlo”. Llamar la atención sobre las funestas consecuencias de las tendencias en curso es un primer paso para evitarlas.

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