lunes, 27 de octubre de 2014

Impresiones del 5 de octubre (III)

Artículo publicado en La República, domingo 26 de octubre de 2014

En las últimas dos semanas he comentando aquí sobre las elecciones del 5 de octubre, concentrándome en el ámbito regional. Por su peso demográfico y significación política, es pertinente comentar algo sobre los resultados en Lima.

El triunfo de Castañeda llama la atención por la estabilidad de su respaldo. Terminó su segunda gestión municipal con una altísima aprobación y nunca la perdió, pese a su derrota en la campaña presidencial de 2011. Es importante recordar que la base más firme de ese apoyo provino de sectores populares, beneficiarios de iniciativas directamente orientadas hacia ellos: la construcción de escaleras en zonas precarias, los hospitales de la solidaridad, obras de infraestructura vial en Lima norte, la conversión de grandes parques en espacios masivos de entretenimiento, entre otros. Digamos que el fujimorismo en el país y Castañeda en Lima lograron construir una derecha popular, compartiendo estilos políticos y de gestión. En Lima ambos se asentaron principalmente en la “nueva Lima”, yendo más allá de Ricardo Belmont y Alberto Andrade, más vinculados culturalmente a la Lima criolla. De otro lado, la no inclusión de Castañeda como inculpado en la investigación judicial por el caso Comunicore, y la escasa credibilidad de Villarán, explican que haya resistido los serios cuestionamientos que pesan sobre su gestión pasada, aún cuando, en nuestra darwiniana política, pueda perder también respaldo rápidamente. Lo que nos lleva a la pregunta por el fracaso de Villarán.

Su problema es que ganó con la imagen de un personaje desenfadado y amable, que rápidamente desapareció al politizarse y endurecerse desde el tramo final de la campaña. Perdió una imagen, pero no logró construir otra. La “tía regia” se convirtió en la tía metiche y peleona. Luego, los problemas de gestión fueron magnificados por un muy mal manejo político y por cierta incontinencia verbal, que se tradujeron en un cambio constante de agendas y la acumulación de promesas incumplidas. Por ello fue fácil colgarle el cartel de ineficaz. Pasó de la creación de una “zona rosa” al combate a la inseguridad ciudadana, de la reconstrucción del túnel Santa Rosa a la creación de una gran playa para el sur de Lima, parte de una remodelación integral de la Costa verde como espacio público, todas ellas promesas incumplidas en los plazos anunciados originalmente. Las pocas obras tangibles tuvieron un carácter mesocrático (la remodelación de la playa La Herradura, la ampliación de las avenidas Canadá o Universitaria, la intensa actividad cultural, el Corredor Azul). Y las grandes obras que cambiarán la ciudad están todavía en proceso (Vía Parque Rímac, o la reforma integral del transporte).

El fracaso de Villarán es el del intento de construir una izquierda socialdemócrata, lo que es de lamentar. E ilustra la dramática distancia entre lo que podríamos llamar las élites progresistas e ilustradas de la mayoría de la población, no solo del país, también de la propia Lima.

Impresiones del 5 de octubre (II)

Artículo publicado en La República, domingo 19 de octubre de 2014

La semana pasada llamábamos la atención sobre el hecho de que el debilitamiento de los partidos nacionales no tiene como correlato el fortalecimiento de movimientos regionales. Y entre los pocos que parecen avanzar lo hacen sobre la base de prácticas clientelísticas. La precariedad de la organización política cede paso al personalismo, pero es importante no perder de vista que hemos pasado en los últimos años de un personalismo a otro. Después de las elecciones de 2002, 2006 y 2010, cuando hablábamos de liderazgos regionales nos referíamos a Yehude Simon, Juan Manuel Guillén, José Murgia, Vladimiro Huaroc, o César Villanueva; hoy hablamos de César Acuña o de Wilfredo Oscorima. Es decir, los liderazgos regionales personalistas parecen alejarse cada vez más de referentes ideológicos, por más difusos que hayan sido, al más craso pragmatismo. Dentro de este se cuelan tanto quienes quieren desarrollar carreras políticas por muy diversas motivaciones (poco ideológicas, nuevamente), como quienes quieren usar la política como una extensión de sus negocios particulares.

Todo esto ha ocurrido en un contexto de crecimiento económico, tanto de actividades legales como de las informales e ilegales. Estas últimas, si bien pueden no ser tan significativas al ver el PBI general del país, sí resultan centrales en amplias zonas del territorio, y establecen circuitos que pasan también por importantes ciudades y la propia capital. El problema es que podemos pasar de una relación de convivencia pacífica y tolerancia mutua entre lo legal, informal e ilegal a otra en las que lo último busca capturar el Estado para afianzar y ampliar sus actividades, crecientemente internacionalizadas, dicho sea de paso. Perú, con su debilidad institucional y política, y escenario descentralizado y fragmentado, ofrece oportunidades atractivas para esto en amplias zonas del país. Si ha ocurrido en Paraguay, Bolivia y Brasil, Colombia, Venezuela, Centroamérica, México en los últimos años, no tiene por qué dejar de pasar en Perú. No parece casual el recrudecimiento de la violencia electoral y postelectoral, y la cada vez frecuente intersección entre la actividad delincuencial y la dinámica política, como los casos de Ancash, Chiclayo y muchos otros atestiguan.

En las elecciones de 2001 el tema central fue el combate a la corrupción y la institucionalización democrática; en 2006 y 2011, la inclusión social; en 2016, aparece uno que acaso es precondición de los otros, el desarrollo institucional y político. El problema es que los temas de 2001, 2006 y 2011 eran demandas populares, mientras que el de 2016 no lo es. Es más, acciones tendientes a la institucionalización chocarán con poderosos intereses sociales y políticos que han prosperado en la intersección entre legalidad, informalidad e ilegalidad. Por ello, la responsabilidad de las elites es fundamental. Las reformas necesarias solo saldrán de un gran acuerdo de nuestras elites políticas, económicas, sociales, intelectuales.

Impresiones del 5 de octubre (I)

Artículo publicado en La República, domingo 12 de octubre de 2014

Mucho que comentar, muy poco espacio. Por ello, impresiones telegráficas.

- Mirando los resultados de 2002, 2006 y 2010, confirmamos que los movimientos regionales desplazan a los partidos del espacio regional. Ya sabemos que los partidos “nacionales” son cascarones sin militantes; no tiene sentido esperar que, con las actuales reglas, se comporten de otra manera. Alianza para el Progreso (APP) es una excepción, pero construida sobre redes de patronazgo y clientelismo, con gran fuerza en la costa norte; la otra es el fujimorismo, aunque es más identidad que organización. Quedan mejor posicionados para el 2016, junto con el APRA, gracias al desempeño de Cornejo en Lima. Siguiendo con los partidos, Acción Popular hizo un gran esfuerzo para presentar candidatos, pero con malos resultados. De otro lado, Solidaridad Nacional es quien hereda el capital político de Unidad Nacional en Lima, no el PPC, aunque también es una suerte de vientre de alquiler para las candidaturas distritales.

- Hasta 2010, cabía pensar en la consolidación de algunos referentes regionales. De ellos, ChimPum Callao se mantiene fuerte, nuevamente, sobre la base de prácticas con fuerte componente clientelista; en Loreto Fuerza Loretana con Yván Vásquez ganó el gobierno regional en 2006, fue reelecto en 2010, y quedó segundo el domingo pasado, a pesar de haber tenido prisión preventiva; y en La Libertad el APRA con José Murguía, electo en 2002 y reelecto en 2006 y 2010 perdió esta vez, aunque quedó en segundo lugar, detrás de César Acuña (APP), formando una suerte de bipartidismo regional. Por otro lado, en San Martín, Nueva Amazonía con César Villanueva ganó la presidencia regional en 2006 y 2010, pero ahora quedó en quinto lugar; en Apurímac, Poder Popular Andino ganador en 2010, con Elías Segovia, también quedó quinto. En Ucayali, Integrando Ucayali, con Jorge Velásquez, electo en 2006 y reelecto en 2010 prácticamente desapareció y su líder corre el riesgo de terminar en prisión. Otro de los reelectos en 2010, César Alvarez, ya sabemos en qué terminó.

Entre los presidentes regionales electos de 2010, quienes despertaron cierta expectativa por su buena gestión, no lograron continuidad: Javier Atkins en Piura, Martín Vizcarra en Moquegua o José Arista en Amazonas, por ejemplo, no postularon. Sí lo hicieron el MAS con Gregorio Santos, quien logró la reelección por razones ya bastante comentadas, a pesar de su prisión preventiva; y Wilfredo Oscorima, electo en 2010 por APP y reelecto por Renace Ayacucho, pese también a que es investigado por la fiscalía anticorrupción. En Junín Vladimir Cerrón podría también ser reelecto, pese a (o en mérito de) su supuesto “radicalismo”, así como Klever Meléndez en Pasco, también en prisión preventiva. En cuanto a nuevas y mejores continuidades, cabe mirar con atención a Arequipa, con la segunda vuelta entre Arequipa Renace (tercero en 2010) y Arequipa Tradición y Futuro, movimiento fundado por Juan Manuel Guillén, al que renunció recientemente.

Reformas políticas regionales y locales

Artículo publicado en La República, domingo 5 de octubre de 2014

De salida las autoridades regionales y locales electas en 2010, y terminadas las campañas electorales, es claro que nuestro funcionamiento político-institucional muestra grandes deficiencias. Hemos tenido malas gestiones sin mecanismos de control efectivos, y en donde los controles existentes se pervierten; liderazgos personalistas que cuando logran cierta consolidación no evolucionan hacia mayores niveles de institucionalización, si no que caen en prácticas autoritarias y corruptas. En las campañas, partidos poco representativos que abandonan la arena regional, movimientos regionales que no pasan del departamento y que no tienen raíces en las provincias; altos niveles de fragmentación, candidaturas precarias, alto riesgo de penetración de mafias e intereses ilegales, entre muchos otros males. Si no hacemos nada para intentar salir de esta dinámica, seguiremos en las mismas.

En términos de gestión, urge pensar en la constitución de diversas formas de autoridades autónomas por encima de la fragmentación que impone nuestro irracional número de distritos, provincias y regiones. Urge mejorar los mecanismos de control en regiones y municipios; en estos últimos una posibilidad es introducir criterios de proporcionalidad en los consejos locales. En las regiones, revisar la manera en que se constituye el consejo regional, sobre base provincial. De lo que se trata es de despersonalizar la representación, y fortalecer a las organizaciones políticas. En el mismo sentido, poner límites a la reelección, acaso dos periodos consecutivos como máximo, parecería una buena idea. Y fortalecer espacios de rendición de cuentas, fiscalización: en contextos en los que caciques o mafias locales controlan el poder, se requiere de una forma efectiva de control desde el ámbito nacional (la Contraloría no ha funcionado), con sanciones disuasivas muy potentes.

Fortalecer las instituciones representativas implica no debilitarlas, sino complementarlas con mecanismos participativos. Así, la revocatoria de autoridades, por ejemplo, debe ser repensada íntegramente, para evitar que siga siendo una segunda o tercera vuelta electoral usada por los perdedores para boicotear la gestión del ganador. Urge también repensar el papel de los Consejos de Coordinación Regional y Local, y de los presupuestos participativos, para que tengan algún sentido.

En cuanto a las candidaturas, urgen mayores exigencias y mejores barreras de entrada al sistema político. A los partidos “nacionales” se les debería obligar a participar en un mínimo de elecciones regionales y provinciales; a los movimientos regionales, en más de un departamento, por ejemplo. Gran parte de la competencia electoral debería darse al interior de los partidos, no entre partidos precarios. Finalmente, está el asunto del financiamiento a las campañas y a las organizaciones políticas. Sin financiamiento público y regulación efectiva del privado, no nos podemos quejar de la influencia de poderes ilegales.

viernes, 3 de octubre de 2014

50 años Facultad Ciencias Sociales PUCP



La Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú cumple 50 años en 2014, al igual que el Instituto de Estudios Peruanos. A propósito de esto, la Facultad ha publicado un libro, editado por Carlos Contreras. A varios profesores de las cuatro especialidades (Antropología, Ciencia Política y Gobierno, Economía y Sociología), se nos pidió ensayar una reflexión al respecto; la mía la pueden leer en este artículo: "Cincuenta años de debate político en la Facultad de Ciencias Sociales de la PUCP".

"En este contexto, podría decirse que el principal aporte de la Facultad de Ciencias Sociales al campo de los estudios políticos es el haber sido un buen centro de formación académica, durante estas cinco décadas. Sin embargo, esta formación ocurría dentro de concepciones que consideraban lo político como una derivación de lo que ocurría en otras esferas, y se daba relativamente desconectada de los aportes y debates internacionales, lo que limitó la posibilidad de hacer contribuciones más significativas. De otro lado, creo que puede afirmarse que el énfasis en la docencia fue prácticamente excluyente, en desmedro de la investigación. Los profesores de la Facultad que la hicieron la realizaron mayormente a través de centros de investigación independientes o de colectivos intelectuales, no tanto en la propia Facultad. Esta deficiencia recién empieza a ser revertida en los últimos años.

Así, en cuanto a la evolución y cambios dentro de los estudios políticos en los últimos cincuenta años en la Facultad de Ciencias Sociales, lo más resaltante sería la historia de desaparición y reapertura de una especialidad de ciencia política, expresiva de un itinerario en el cual lo político fue progresivamente ganando legitimidad como un campo propio (acaso como consecuencia del desarrollo internacional de la ciencia política como disciplina), claramente distinguible de otros (derecho, filosofía y sociología, en particular); esto fue al mismo tiempo expresión de un reconocimiento implícito de la autonomía del ámbito político y un relativo distanciamiento de aproximaciones sistémicas o estructuralistas".

Más capítulos del libro, aquí.

miércoles, 1 de octubre de 2014

HeForShe / ElPorElla

Artículo publicado en La República, domingo 28 de setiembre de 2014

Las Naciones Unidas lanzaron recientemente una campaña internacional bajo el lema “El por Ella”, a través de su vocera, la actriz Emma Watson. La idea es generar un movimiento a favor de la igualdad de género, pero esta vez apelando a la acción de los hombres, a favor de una causa universal, de derechos humanos. Lo interesante de campañas como esta es resaltar el hecho de que la discriminación de género se expresa cotidianamente de múltiples maneras, y que para enfrentarla la participación de los hombres es imprescindible.

Según Martha Lamas, el movimiento feminista latinoamericano centró inicialmente sus demandas en torno a la maternidad voluntaria (educación sexual, uso de anticonceptivos y derecho al aborto), a la libre opción sexual y al combate a la violencia sexual. Virginia Vargas recuerda cómo en el Perú a inicios de la década de los años setenta el movimiento feminista estaba compuesto básicamente por exmilitantes de partidos de izquierda, lo que marcó sus demandas y estilos. Todo esto logró que el feminismo ganara cohesión y presencia pública, pero también que se ganara una imagen beligerante y cuya convocatoria no fuera más allá de pequeños núcleos.

Mucho ha cambiado desde entonces para el feminismo y para nuestras sociedades, y hoy somos más concientes de cómo la discriminación de género es resultado de múltiples exclusiones. Familias y madres sin información ni libertad para ejercer derechos reproductivos; que luego practican una crianza que reproduce esquemas patriarcales (mujeres, cuidado del hogar y maternidad; hombres, salida al mercado y al mundo público). Más adelante, niñas con menor acceso a la educación que los niños, por la sobrecarga de las tareas domésticas. En la juventud, adolescentes con maternidad temprana no deseada; luego, una división del trabajo social en el que el cuidado del hogar, de los niños, enfermos y adultos mayores recae sobre todo en las mujeres, actividades no reconocidas ni remuneradas. Todo lo cual afecta la inserción de la mujer en mercado laboral, donde recibe en promedio menor remuneración que un hombre. Todo lo cual se expresa también en menores niveles de participación social y política, y llegada a altos cargos de prestigio y poder.

A esto hay que sumarle la influencia de medios de comunicación que reproducen y amplifican lógicas patriarcales y machistas; mujeres usadas como “adorno”, objetos sexuales o soporte de publicidad comercial en programas de televisión, eventos empresariales, conferencias de prensa. Todo lo cual aumenta la vulnerabilidad y victimización de las mujeres en el espacio público.

Los hombres tenemos que defender también los derechos de las mujeres. Y asumir nuestra cuota de trabajo e involucrarnos en el cuidado del hogar y de las familias, denunciar el sexismo en las relaciones de pareja, en la educación, el trabajo, la calle, los medios, la publicidad. Renunciar a una posición de presunto privilegio que también nos degrada. Se ha avanzado, pero hay mucho por hacer.