domingo, 28 de febrero de 2010

¿Democracia o autoritarismo?

Artículo publicado en La República, domingo 28 de febrero de 2010

Hace algunas décadas, los regímenes no democráticos asumían formas claramente dictatoriales, con militares tomando el poder por la fuerza de los tanques. En los últimos años, sin embargo, aparecen formas “híbridas”: presidentes electos, con un importante apoyo popular, destruyen instituciones para crear poderes personalistas; y gobiernos que cumplen con las formalidades institucionales, gobiernan obviando los intereses de la mayoría, privilegiando grupos de poder particularista.

¿Cómo distinguir democracias de autoritarismos? A mi juicio el núcleo de la democracia está en ser una forma de régimen político que busca controlar la arbitrariedad en el ejercicio del poder garantizando derechos fundamentales a la ciudadanía. Por ello se realizan elecciones, se establecen reglas que buscan generar equilibrios, contrapesos, que eviten que un ejercicio del poder sin límites. La prueba de fuego de una democracia es evaluar si es que los actores, las reglas e instituciones son capaces de frenar la voluntad de acumular o extender el poder de un líder, por más popular que sea. Por el contrario, cuando un líder viola sistemáticamente todas las reglas, amedrenta a los opositores, no negocia y se impone con prepotencia, estamos en la zona autoritaria.

Un ejemplo que ilustra una dinámica democrática es el rechazo de la Corte Constitucional en Colombia a la ley que proponía la segunda reelección de Alvaro Uribe. En su fundamentación la Corte dice que esa ley “desconoce algunos ejes estructurales de la Constitución Política como el principio de separación de los poderes y el sistema de frenos y contrapesos, la regla de alternación y períodos prestablecidos, el derecho de igualdad y el carácter general y abstracto de las leyes”. Es de resaltar también que la respuesta de Alvaro Uribe fue acatar el fallo; recordemos que la respuesta del fujimorismo en una situación similar fue usar su mayoría en el Congreso para destituir a los miembros incómodos del Tribunal Constitucional. De otro lado, en Bolivia acabamos de saber que el congreso aprobó la “Ley transitoria de designación de autoridades judiciales”, que le permitirá al presidente Morales designar a dedo a los nuevos miembros de la Corte Suprema, del Tribunal Constitucional y del Consejo de la Judicatura, hasta la elección de nuevos miembros a finales de año, lo que le permitirá a Morales tener el control de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.

Estas diferencias marcan desafíos y agendas específicas. En países como Venezuela, de lo que se trata es de enfrentar a un régimen autoritario y volver a uno democrático, sin desonocer sus avances sociales (ver informe reciente de la CIDH sobre Venezuela). En Bolivia, evitar un deslizamiento por una pendiente autoritaria. En Colombia y Perú, atacar los problemas de pobreza, desigualdad, inseguridad, acción de grupos ilegales y poderes de facto que controlan desmedidamente la política.


VER MÁS:

La democracia en los Andes
Vie, 26/02/2010
Sinesio López
http://www.larepublica.pe/el-zorro-de-abajo/26/02/2010/la-democracia-en-los-andes

Corte Constitucional Colombia
POR MEDIO DE LA CUAL SE DECIDE SOBRE LA CONSTITUCIONALIDAD DE LA LEY 1354 DE 2009, DE CONVOCATORIA A UN REFERENDO CONSTITUCIONAL.
http://www.corteconstitucional.gov.co/comunicados/No.%2009%20Comunicado%2026%20de%20febrero%20de%202010.php

Sobre Ley transitoria de designación de autoridades judiciales
http://www.auditoriajudicial.org.pe/aj/index.php?option=com_content&view=article&id=403:-rechazan-designaciones-por-la-ley-transitoria&catid=140:boliviaregigion&Itemid=44

DEMOCRACIA Y DERECHOS HUMANOS EN VENEZUELA
http://www.cidh.org/countryrep/Venezuela2009sp/VE09.indice.sp.htm


ACTUALIZACIÓN, 5 de marzo
Bravo, Colombia
Jaime de Althaus Guarderas
Viernes 5 de Marzo del 2010
http://elcomercio.pe/impresa/notas/bravo-colombia/20100305/423193

martes, 23 de febrero de 2010

"Objetividad" y ciencias sociales (5)

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Sigue la discusión sobre la "objetividad" y las ciencias sociales, por lo visto es un tema en el cual había mucha discusión pendiente que recién se está ventilando. Ver un par de posts aparecidos el sábado pasado, donde dejé breves comentarios:

Sobre ideología, compromiso intelectual y ciencias sociales
Stanislao Maldonado
http://asesinatoenelmargen.blogspot.com/2010/02/sobre-ideologia-compromiso-intelectual.html

Compromiso político y ciencias sociales
Gonzalo Gamio
http://gonzalogamio.blogspot.com/2010/02/compromiso-politico-y-ciencias-sociales.html

De otro lado, recibí de Julio Carrión una comunicación personal con un excelente aporte al debate, el syllabus de un curso suyo sobre métodos cualitativos en ciencia política, que incluye una discusión epistemológica. Allí encontrarán las referencias bibliográficas y los términos en los que se discute y trabaja sobre estos temas desde la ciencia política. En esa comunicación personal Carrión me hace un comentario muy útil: "La discusión sobre el compromiso del investigador se hace más manejable si se asume que la tarea central de las ciencias sociales es explicativa (es decir, busca ofrecer modelos causales de los fenómenos en cuestión). El análisis causal tiene sus propios estándares y procedimientos, y mientras los investigadores se atengan a ellos es irrelevante si están o no 'comprometidos' ".



Julio Carrión ADVANCED SOCIAL RESEARCH FOR POLITICAL SCIENCE



En la bibliografía del curso de Carrión aparece un excelente texto, cuya lectura ayudará a ubicar mucho mejor de qué estamos discutiendo. Ver de Donatella Della Porta y Michael Keating, “How many approaches in the social sciences? An epistemological introduction”. En: Della Porta y Keating, Approaches and Methodologies in the Social Sciences. A Pluralist Perspective. Cambridge, Cambridge University Press, 2008. Sobre la base de este texto, propongo la idea siguiente: convengamos que tanto las versiones "duras" del positivismo como las humanísticas (usando las categorías de Della Porta y Keating) son muy extremistas; fijemos una zona de diálogo entre lo que ellos llaman posiciones post-positivistas e interpretativas; y entendamos esta discusión como un trade-off en un continuo, en donde en un extremo tenemos lógicas hipotético-deductivas, con cierta capacidad de hacer generalizaciones probabilísticas, que intentan ser rigurosas manteniendo cierta neutralidad valorativa con el objeto de estudio, pero que son débiles por desatender contextos específicos y las condiciones sociales y políticas en las que se pretende construir conocimiento; y del otro, tenemos lógicas interpretativas-contextuales, que nos dan un conocimiento profundo sobre situaciones específicas y sobre los condicionamientos del investigador, que asumen también una tarea crítica y transformadora, pero que tienen escasa capacidad de hacer generalizaciones, y que pueden caer en subjetividades y voluntarismos. No se puede tener todo en la vida, así que entre posiciones post-positivistas e interpretativas debería haber diálogo y complementación, antes que competencia, siendo inevitablemente diferentes.

De otro lado, pienso que, dentro de la ciencia política, la mayoría de los politólogos nos movemos dentro de una zona post-positivista, o de un positivismo "blando", por así decirlo. Y no tanto por una decisión política u ontológica, sino como consecuencia de nuestros objetos de estudio. Al concentrarnos en el estudio del Estado, de las instituciones políticas y de la lógica de los actores en ese contexto, en donde la lógica comparada resulta crucial, solemos encontrar esa aproximación más útil. Por eso le comentaba a Gonzalo Gamio que no debería sorprender que yo, por los temas que trabajo, me identifique con un positivismo blando o un post-positivismo, mientras que él, un filósofo preocupado por temas de filosofía práctica, se incline por posturas interpretativas o hermenéuticas. Y no me parecería propio que alguno de nosotros reclame alguna "superioridad epistemológica". Por eso le proponía a Gamio una metáfora grosera y simplificadora, pero que podría ser útil. Si discutimos qué es mejor, un serrucho o una llave inglesa, podríamos decir que es una cuestión de preferencias de cada quien, definidas muy subjetivamente. Pero si pensamos en tareas específicas, un carpintero preferirá tener el serrucho a la mano, mientras que un gasfitero preferirá la llave inglesa. Así es como tiendo a ver el asunto.

Creo que la lectura de Della Porta y Keating sería muy útil para mejorar el nivel de nuestra discusión sobre estos temas y evitar seudo-discusiones, que parten de simplificar el debate, caricaturizando las posiciones contrarias a las de uno, sea cual sea su posición. Saludos.



Donatella Della Porta and Michael Keating



ACTUALIZACIÓN. Ver también:

24 de febrero de 2010
Anti-positivismo y objetividad en las ciencias sociales
Stanislao Maldonado
http://asesinatoenelmargen.blogspot.com/2010/02/anti-positivismo-y-objetividad-en-las.html

February 20, 2010
El fracaso del "intelectual comprometido"
Carlos Meléndez
http://jorobadonotredame.blogspot.com/2010/02/el-fracaso-del-intelectual-comprometido.html

lunes, 22 de febrero de 2010

Más allá de la democracia electoral. Hacia democracias ciudadanas en los Andes


Están cordialmente invitados. Como mencioné aquí,

http://martintanaka.blogspot.com/2010/02/critica-los-criticos-de-alberto.html

soy parte de la Red de investigadores del Andean Democracy Research Network, que desarrolla el proyecto "Más allá de la democracia electoral. Hacia democracias ciudadanas en los Andes". Me parece prueba elocuente de que no pienso que lo único importante son las reglas y el diseño institucional, sino que es importante considerar otras dimensiones que les dan sustento, tal como hemos estado discutiendo en las últimas semanas. Sobre eso conversaremos en la conferencia, saludos.

domingo, 21 de febrero de 2010

Ética y política

Artículo publicado en La República, domingo 21 de febrero de 2010

Las últimas encuestas de opinión sugieren que en el momento actual los candidatos con mayor respaldo electoral son, para la alcaldía de Lima, Lourdes Flores y Alex Kouri, y para la Presidencia de la República, Luis Castañeda y Keiko Fujimori. Esto ha llevado a Alejandro Toledo, Ollanta Humala y Lourdes Flores a proponer la conformación de algún tipo de frente o alianza que permita construir una candidatura “demócrata” que enfrente las candidaturas éticamente cuestionables de Kouri y K. Fujimori. Mientras que parece claro que finalmente Flores asumirá el reto de la candidatura en Lima en nombre de este frente, la cosa aparece muy confusa para la elección presidencial.

Después de la renuncia de Salvador Heresi y de otros personajes a sus partidos para poder ser candidatos de otros percibidos con mayor opción de triunfo, esta discusión es refrescante. Si bien Kouri tiene derecho a continuar en la arena política a pesar de sus “errores”, de asumir los costos de estos y seguir adelante, y si bien Keiko Fujimori puede decir que ella no es responsable por las decisiones que tomó su padre siendo presidente, también los ciudadanos tenemos derecho a desconfiar de personajes que no han hecho deslindes claros con prácticas corruptas como la segunda y que encarnan maneras de hacer política en las que la celada y la mentira resultan centrales, como el primero. Recordar si no la propuesta de Kouri a Montesinos (enero de 1998) de aprobar en el Congreso una ley en contra del Callao, para que él encabece una protesta, que luego permita a Fujimori quedar bien derogando la ley, y a él presentarse como opositor. Esta retorcida manera de hacer política debió ser excesiva incluso para Montesinos. Habría que añadir que Luis Castañeda no es precisamente un emblema de la transparencia, la rendición de cuentas y el compromiso contra la corrupción.

Otro ángulo del asunto nos remite a las percepciones de la población. ¿Cómo se entiende que las personas supuestamente odien la corrupción y la suciedad de la política, pero apoyen a candidatos asociados con esta? Me parece que hay un problema básico de información y evaluación: una autoridad que tiene un presupuesto de 100, roba 0 e invierte 100, es peor evaluado que otro cuyo presupuesto es 500, roba 300 e invierte 200. El segundo hizo más obra, y eso parece ser lo que cuenta. La ciudadanía también parece valorar positivamente la “viveza”, el no ser un “caído del palto” como reivindicó para sí en alguna ocasión Alberto Fujimori, dada la percepción de que el político es un mundo excesivamente tramposo. Por ello, si bien no sabemos si estas propuestas de frente serán viables electoralmente, al menos tienen el mérito de recordarnos que nos hemos habituado demasiado a que la política se reduzca a una competencia pragmática por llegar al poder, olvidando que de lo que se trata es de defender algunos principios y propuestas.

viernes, 19 de febrero de 2010

"Objetividad" y ciencias sociales (4)

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Continuación de:
http://martintanaka.blogspot.com/2010/02/objetividad-y-ciencias-sociales-3.html

Paso al texto de Nicolás Lynch, quien plantea varias discusiones teóricas-epistemológicas interesantes. Según Lynch, "lo que pasa con Tanaka es que plantea una suerte de relativismo conceptual que les huye a las definiciones y que, por ejemplo, lo hace sostener en diversas intervenciones que el fujimorismo no fue dictadura ni democracia sino 'autoritarismo competitivo' ". De otro lado, para Lynch sería deseable para un intelectual no solo tener compromiso político, sino además, un compromiso académico. Me atribuye un "temor a cualquier compromiso", que me haría "terminar, sin querer queriendo, comprometido en la defensa del orden existente". Ese compromiso académico evitaría el problema de equiparar la epistemología con "una gira por el supermercado", problema en el cual supuestamente yo caería, al sostener "en debate con Nelson Manrique, que los enfoques epistemológicos se escogen de acuerdo al problema que uno tiene por delante y no –sobre todo– como una opción académica e incluso ideológica en el curso de un proceso de investigación".

Muy bien. Sobre el primer punto, algo adelanté en una discusión anterior con Adrianzén, ver:

http://martintanaka.blogspot.com/2010/02/critica-los-criticos-de-alberto.html

El concepto de autoritarismo competitivo surge de la necesidad de una mayor precisión conceptual, de una mejor definición, no de lo contrario. Las categorías "democracia" y "dictadura" no dan cuenta de un gobierno como el de Fujimori, aplicar cualquiera de ellas lleva a un estiramiento conceptual indebido. El gobierno militar 1968-1980, por ejemplo, fue una dictadura: no existen elecciones, no existe Congreso, no está permitida la acción de los partidos, la prensa es propiedad del Estado, la legitimidad no es un problema, porque se impone por la represión y el uso de la fuerza. El gobierno militar de Odría, 1948-1956, evidentemente pertenece a la misma categoría, "dictadura"; pero claramente no el fujimorismo. Pero tampoco fue una democracia, por la concentración del poder, la vulneración de la autonomía de los demás poderes del Estado, los límites al pluralismo y la competencia, etc. Es necesario crear una nueva categoría para evitar un relativismo conceptual, para lograr un definición más precisa: por ello, el autoritarismo competitivo un gobierno autoritario que mantiene formalidades democráticas, que es competitivo electoralmente, que se legitima plebiscitariamente.

Estos problemas conceptuales sobre el mismo tema se presentan también en su libro El argumento democrático sobre América Latina. La excepcionalidad peruana en perspectiva comparada (Lima, UNMSM, 2009). Por ejemplo, cuando dice:

"[Tanaka, 2005] Basándose en una lectura equivocada de Juan Linz (2000), califica al régimen [fujimorista] como un «autoritarismo competitivo», una variedad de régimen autoritario que no calificaría, según la tipología de Linz como dictadura. Nada más falso. El que el régimen de Fujimori no haya sido un régimen totalitario, con todos los espacios cerrados para la oposición, no quiere decir que no haya sido dictadura (...) Ahora bien, que el propio Linz prefiera hablar de autoritarismo y no de dictadura porque este término se usa mucho como sinónimo de totalitarismo, no quiere decir que no establezca una barrera clara entre un régimen y el otro [sic]. Por ello, el propio Juan Linz señala que el autoritarismo competitivo es una variedad de autoritarismo, no de democracia. Por eso mismo, la teoría de las transiciones habla de pasajes de autoritarismos a democracias, y no santifica a ninguna variedad de régimen autoritario por permitir que existan algunos partidos que compitan en la restringida institucionalidad que establece. Si no, observemos al Brasil de la dictadura militar de 1964 a 1985, al que nadie se ha atrevido a calificar de democracia porque tuviera una competencia restringida de partidos políticos. Pero el problema no es la endeblez teórica del planteamiento sino sus consecuencias políticas y cómo la confusión a la que conduce puede servir, eventualmente, a los que no quieren ninguna democracia en el Perú" (p. 119-120).

Para empezar, hay una confusión conceptual. Partiendo de Linz las categorías son democracia - autoritarismo (Franco, p.e.) - totalitarismo (Hitler, p.e.); Lynch tiene razón cuando dice que, en efecto, tanto el autoritarismo como el totalitarismo pueden ser dictaduras, que difieren por su grado de ideologización. Pero yo no parto de Linz, sino de otros autores que plantean más bien las categorías democracia - autoritarismo - dictadura para dar cuenta de regímenes políticos no democráticos que no encajan con las dictaduras resultantes de golpes militares tradicionales (como el fujimorismo, precisamente). Pero volvamos a la cita de Lynch: primero me critica por decir que el fujimorismo es un régimen autoritario y no una dictadura; luego dice que leo equivocadamente a Linz al distinguir autoritarismo de dictadura; luego, reconoce que Linz establece la distinción entre uno y otro; luego dice que según Linz el autoritarismo competitivo es una variedad de autoritarismo, no de democracia... que es exactamente lo que digo yo. Y continúa diciendo que a nadie se le ocurriría calificar de democracia o santificar a la dictadura militar brasileña o en general a los gobiernos dictatoriales de los años setenta porque permitieron cierto espacio a la oposición, como hizo el fujimorismo. Es cierto, a mí tampoco: el fujimorismo no fue una democracia, fue un autoritarismo. Un autoritarismo competitivo.

Para mí la ojeriza con la categoría autoritarismo competitivo, y la caracterización del fujimorismo como dictadura es una muestra clara de cómo se cae en imprecisión conceptual causada por una motivación política: "no hay que darle armas al enemigo". Cuidado con parecer "comprometido en la defensa del orden existente". Lo que para mí refuerza elocuentemente el punto presentado en el post anterior, sobre lo difícil que es conciliar el rigor académico con la pasión del militante.

Sobre estos temas conceptuales ver este texto de Hadenius y Teorell, un excelente ejemplo de la utilidad de hacer distinciones finas para analizar los regímenes autoritarios y no hacer generalizaciones gruesas:

Authoritarian Regimes:Stability, Change, and Pathways to Democracy, 1972–2003
Axel Hadenius y Jan Teorell
Working Paper #331 - November 2006
http://kellogg.nd.edu/publications/workingpapers/WPS/331.pdf

Encontré además un syllabus muy interesante, que me parece presenta muy bien la literatura pertinente:

Political Dynamis: Comparative Authoritarianism
Winter 2010 PhD - Lecturer: Dr Matteo Fumagalli
http://web.ceu.hu/polsci/syllabi/0910/PHD/winter/CompAuthoritarianism.pdf

Ahora vamos a la "gira por el supermercado". El origen de esta burla viene de este comentario mío:

"Cuando dicto cursos de teoría en ciencia política, suelo decir que lo que me parece más sabio es definir la utilidad de las teorías según los temas de investigación, antes que cualquier otra cosa. Y son nuestros intereses de investigación los que nos harán simpatizar más o menos con un enfoque teórico; así, esa preferencia no es fruto de ninguna "superioridad ontológica", es simplemente resultado de nuestra especialización y de nuestra particular forma de ver el mundo. Felizmente quedaron atras nociones como que "no estaría bien" ser funcionalista (o especializarse en la teoría de la elección racional) por su epistemología individualista; del mismo modo que es absurdo pensar que "no estaría bien" ser marxista por su colectivismo. Toda teoría tiene elementos valiosos que debemos aprovechar según nuestros intereses de investigación, y todas tienen puntos ciegos y limitaciones que debemos intentar compensar echando mano de otras herramientas. Así, las teorías deben ser pensadas como "fuente de preguntas", antes que como "fuente de respuestas" como solía muy bien decir Guillermo Rochabrún en sus clases de teoría sociológica. Buenas teorías, o un buen uso de las teorías, abren buenas preguntas y marcan pistas útiles, fructíferas, de investigación. Las respuestas, siempre parciales, las da la investigación empírica rigurosa".

http://martintanaka.blogspot.com/2010/02/objetividad-y-ciencias-sociales.html

No niego que uno se identifique o se sienta más cerca de una propuesta teórica, es inevitable y natural que eso suceda. La cosa es que esa adhesión no debe ser dogmática, debe ser fruto, como digo, de nuestros intereses de investigación, de nuestra especialización, de nuestra particular forma de ver el mundo desde allí, no de una opción política, y sin pretender ninguna "superioridad ontológica". Yo por ejemplo simpatizo con un modelo "débil" de elección racional, y con un "institucionalismo basado en actores". Pero sería tonto creer que uno está por encima o por debajo de un marxista, de un funcionalista, de un post-estructuralista, o lo que sea. No se trata solamente de aceptar el pluralismo en la academia, también de reconocer que cada teoría tiene aportes y puntos ciegos, y por ello cada una es más o menos pertinente y útil para ciertos temas de investigación.

Estoy totalmente en desacuerdo con la idea de Lynch de que los enfoques epistemológicos deban entenderse como una "opción académica e incluso ideológica en el curso de un proceso de investigación". Yo creo que pensar así lleva a dos problemas: a tratar de meter con calzador un modelo teórico cuando no es pertinente para el análisis de un problema, o a utilizar metiendo por la puerta falsa, inadvertidamente, teorías y enfoques relevantes para el análisis empírico, pero sin conciencia, control, rigor. Quisiera poner dos ejemplos que me parecen elocuentes de cada una de estas situaciones.

El primero es el libro de Henry Pease, El ocaso del poder oligárquico. Lucha política en la escena oficial, 1968-1975 (Lima, DESCO, 1977). Uno lee el marco teórico, y encuentra referencias a Poulantzas y Gramsci, muy propias de la época, que remiten a las clases sociales y sus representaciones en el mundo de la política. El marco teórico funciona muy bien para dar cuenta del periodo previo al que es materia del libro, el primer gobierno de Belaunde: hay clases y fracciones de clase que tienen representantes que defienden sus intereses en el Congreso, en el consejo de ministros, hay un bloque en el poder pero hay conflictos a su interior, hay fracciones dominantes y subordinadas. Hasta acá, todo muy convincente. Sin embargo, ese marco teórico no es útil para estudiar el periodo del que se ocupa el libro, el gobierno de Velasco, caracterizado precisamente por una gran autonomía del Estado frente a las clases dominantes. Acá es más útil un marco teórico que enfatice el desarrollo institucional del Estado, culturas institucionales, el desarrollo de lógicas propias que rompen con patrones tradicionales, etc. Uno puede insistir y recurrir a la "autonomía relativa" del Estado para tratar de explicar porqué el modelo no funciona, pero me parece claro que estamos tratando de salvar un marco teórico que no es útil para describir lo que está sucediendo. Mucho más fructífero es un marco institucionalista, que sí funciona para explicar lo que sucede. Ejemplos de esta manera de ver el gobierno de Velasco pueden verse en: Stepan, Alfred, The State and Society: Peru in Comparative Perspective (Princeton University Press, 1978) y Trimberger, Ellen, Revolution from Above: Military Bureaucrats and Development in Japan, Turkey, Egypt, and Peru (Transaction Pub., 1978).

La aproximación clasista es buena para el periodo 1963-1968; la institucionalista para el periodo 1968-1975. Esto no implica una "gira por el supermercado": con el tiempo, con nuestra especialización uno termina dedicándose a cosas para las cuales cierta teoría le resulta a uno más útil, y termina "identificándose" con ella. Pero esto es resultado de la especialización, no de una opción política definida ex-ante.

El segundo caso lo ilustro con un libro del propio Lynch: Los jóvenes rojos de San Marcos: el radicalismo universitario de los años setenta. Lima, El Zorro de Abajo, 1990. Se puede descargar completo aquí:
http://nicolaslynch.com/libros/

Este libro me parece que ilustra muy claramente el uso implícito de un modelo teórico funcionalista - estructural, basado en la teoría de la modernización y los conceptos de anomia y deprivación relativa para dar cuenta de la radicalización política, tal cual lo presentan autores como Robert Merton o Ted Gurr en Why Men Rebel (Princeton, Princeton University Press, 1970). Me imagino que estas herramientas teóricas tan útiles son consideradas poco deseables para las opciones políticas, epistemológicas, teóricas y metodológicas que supongo maneja Lynch. Sin embargo, demuestran su utilidad en el análisis empírico y le permiten a Lynch escribir un libro interesante. El problema es que, por no usar explícita, conciente y claramente esa teoría, puede ocurrir que no la aproveche del todo, la use mal, o no sea capaz de controlar sus puntos débiles.

Mi conclusión es que el entender decisiones teóricas o epistemológicas no según su pertinencia para el análisis empírico, sino "como una opción académica e incluso ideológica en el curso de un proceso de investigación" es una muestra más de los problemas asociados a la combinación entre militancia política y trabajo académico. En este caso, la aplicación de criterios políticos al ámbito académico, que tiene sus propias reglas.

Soy conciente de que estos son temas controversiales, y de que se podrían dar buenas razones en sentidos diferentes a los que aquí propongo. Considero esto un primer esbozo de ideas que deberían desarrollarse mejor.

jueves, 18 de febrero de 2010

"Objetividad" y ciencias sociales (3)

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La verdad es que no me imaginé que unos comentarios sueltos sobre la objetividad y las ciencias sociales generarían tanta atención. Ver:

http://martintanaka.blogspot.com/2010/01/manifiesto-por-la-gran-transformacion.html

http://martintanaka.blogspot.com/2010/02/objetividad-y-ciencias-sociales.html

http://martintanaka.blogspot.com/2010/02/objetividad-y-ciencias-sociales-2.html

http://martintanaka.blogspot.com/2010/02/de-los-principios-las-politicas.html

Y tres comentarios recientes, coincidentemente aparecidos el martes 16 pasado:

El compromiso intelectual
Mar, 16/02/2010 - Nicolás Lynch
http://www.larepublica.pe/delito-de-opinion/16/02/2010/el-compromiso-intelectual

Matar a la madre
César Hildebrandt - LA PRIMERA
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/columnistas/matar-a-la-madre_56874.html

Militancia y ciencia social
Carlos Mejia 16-02-2010
http://grancomboclub.com/2010/02/militancia-y-ciencia-social.html

A ver. En general, trato siempre de evitar la personalización del debate, y concentrarme en temas de interés general. Lo que interesa son las ideas, las posiciones, no las personas, y esto me incluye a mí, por supuesto. Sobre las personas solamente diré que respeto y aprecio a Hildebrandt, Lynch y Mejía, que me parecen personas muy valiosas, más allá de las discrepancias que podamos tener. En cuanto a mí, me parece que mis preferencias políticas personales no son de interés general, cada quién es libre de elegir dónde se ubica y dónde ubica a los demás. Sí quisiera aclarar que no pretendo presentarme como árbitro de nada ni como abanderado de una "objetividad" que, ya lo he dicho varias veces antes, es una quimera imposible de alcanzar. En efecto, todos tenemos sesgos, preferencias, rechazos, etc., imposibles de controlar del todo. Y no me parece que ser conservador sea bueno o malo, como tampoco tiene nada de bueno o malo de por sí ser liberal, o aprista, o comunista o cualquier cosa que uno quiera ser; tampoco me parece que sea necesariamente bueno o malo militar o no militar en un partido, ser un intelectual comprometido o un intelectual no comprometido, mientras se respete el derecho de los demás a decidir lo que mejor les parezca. Cada opción tiene sus alcances y límites, como todo en la vida. Y si no hago explícitas mis opciones políticas es simplemente porque no las tengo claras yo mismo, no porque las quiera ocultar.

[ACTUALIZACIÓN: algo he comentado antes sobre mis definiciones políticas personales. Ver:
http://martintanaka.blogspot.com/2006/09/la-bsqueda-del-presente-de-octavio-paz.html
http://martintanaka.blogspot.com/2006/12/sobre-definiciones-polticas.html]

Pasemos mejor a cosas de interés general. Carlos Mejía (también Nicolás Lynch) plantea el tema de la tensión, que no incompatibilidad, entre reflexión académica y militancia partidaria. De esa tensión hay que ser concientes, y hay que saber manejarla. Ya he escrito anteriormente que: "(...) el que sea difícil para un académico o intelectual hacer política no significa que no pueda o deba hacerla, en tanto es un ciudadano como cualquier otro. Es más, en un país como el Perú, con un nocivo discurso antipolítico tan fuerte, es bueno que los ciudadanos asuman compromisos políticos. El asunto es saber que se trata de un paso muy problemático, tanto para ser eficaz en lo político como riguroso en lo académico".

http://martintanaka.blogspot.com/2010/01/manifiesto-por-la-gran-transformacion.html

Hay algunos ejemplos de combinación exitosa; y muchos ejemplos en los que los académicos- políticos terminan siendo sesgados e ideológicos como académicos, e ineficaces como políticos. Es decir, por querer hacer las dos cosas, no terminas haciendo nada bien. En nuestro país, me parece claro que tenemos pocos casos de combinaciones exitosas, y muchas de combinaciones desafortunadas. Venimos de una tradición de excesiva politización, partidarización e ideologización de la academia. La clave es que un militante sea capaz de aceptar la realidad tal cual es, a pesar de que en ocasiones vaya en contra de los intereses de su causa, y que el académico entienda que hacer política con eficacia pasa necesariamente por hacer concesiones, transacciones y arreglos que pueden entrar en tensión con los principios generales que lo motivan a militar en un partido.

Otro tema es el supuesto carácter conservador de la discusión sobre la gobernabilidad. Quisiera poner en cuestión esa asociación. La temática tuvo un origen conservador en los años setenta, pero han pasado más de treinta años y ahora la discusión va por otros lados. Uno puede perfectamente preguntarse por los muchos problemas de gobernabilidad que genera el mantenimiento del statu quo, y plantear la necesidad de cambios profundos. Sobre el tema en general recomiendo ver el clásico The Crisis of Democracy (Crozier, Huntington, Watanuki, 1975) y Gobernabilidad y democracia (2001), de Antonio Camou, entre muchos otros:

http://www.scribd.com/doc/8317647/The-Crisis-of-Democracy-Michel-Crozier-Samuel-Huntington-Joji-Watanuki

http://www.bibliojuridica.org/libros/libro.htm?l=501

Finalmente, Mejía plantea una discusión que yo resumiría en la máxima marxista de que "el ser social determina la conciencia", que pretende aplicar al trabajo académico. Partiendo de esa noción hay dos caminos. Uno me parece muy productivo, y lleva a explorar las complejas relaciones entre academia y sociedad, los condicionamientos históricos, económicos, políticos, internacionales, de la labor intelectual, el papel que juegan el Estado, la política, las fuentes de cooperación internacional, etc. Evidentemente, la academia no es una isla, y es sometible a un análisis crítico. Pierre Bourdieu tiene cosas interesantes al respecto, por ejemplo (ver Homo Academicus, 1988). En nuestro medio no hay mucho, lamentablemente, más allá de los varios libros de Osmar Gonzales y un par de libros editados por Alberto Adrianzén en DESCO sobre pensamiento político peruano. Más estudios serios sobre estos temas serían muy bienvenidos. Ver Gonzales, Osmar, Señales sin respuesta. Los Zorros y el pensamiento socialista en el Perú, 1968-1989 (Lima: PREAL, 1999); Adrianzén, Alberto, ed., Pensamiento político peruano, 1930-1968 (Lima, DESCO, 1990); y Adrianzén, Alberto, ed., Pensamiento político peruano (Lima, DESCO, 1987). También Sánchez, Juan Martín: El Instituto de Estudios Peruanos. De la ambición teórica de los años sesenta al estupor fáctico ante el fujimorismo. Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2002. Documento de trabajo nº 123. Disponible en: http://www.iep.org.pe/textos/DDT/DDT123.pdf

Otro camino, menos productivo, es el que sigue Mejía, basándose me parece en una lógica determinista, según la cual las condiciones de reproducción determinan las formas de pensamiento, siguiendo una lógica muy mecánica de defensa de intereses. Esta noción ha sido ampliamente criticada en las ciencias sociales en general por no reconocer la autonomía de lo político y de otras esferas respecto a la esfera social. Cuando se aplica al análisis de las clases sociales, es razonable pensar que si las cosas van bien, quisieras que continúen y mejoren; y si van mal, que cambien. Sin embargo, puede haber mucho margen de controversia [en torno a con qué criterio se mide la buena o mala marcha de las cosas], qué significa "continuidad" y "cambio", y cuáles serían las mejores vías para lograr cada una de esas metas. Esto se ubica en el terreno de la construcción política, que no es deducible de la social. Y los problemas de la noción determinista de que el ser social determina la conciencia se hacen mucho mayores cuando se estudia la academia, un ámbito que precisamente se precia de ser autónomo, de regirse por reglas propias. Esto hace que los condicionantes sociales, que existen, nunca sean tan directos y claros, y que haya que hilar muy fino en el análisis, como vimos más arriba.

Llegados a este punto, ya que este blog aspira a ser leído por estudiantes de ciencias sociales, que suelen estar legítimamente preocupados por su inserción en el mercado laboral y su ejercicio profesional, me parece muy importante levantar un cargo hecho por Mejía: el de la determinación de las fuentes de financiamiento sobre los contenidos de la investigación social. Diré que hay dos grandes tipos de relación entre fuentes de financiamiento e investigación: de un lado tenemos instituciones serias, que funcionan sobre la base de consejos directivos y comités consultivos autónomos, que siguen declaraciones de principios explícitos y transparentes, que asignan fondos mediante concursos sobre temas relevantes, pertinentes, con reglas claras y jurados competentes, regidos por consideraciones académicas y términos de referencia precisos, que garantizan la independencia y autonomía de tu trabajo. Y del otro lado tenemos los casos que presenta Mejía: un estudio del efecto del tabaco financiado por tabacaleras, un estudio sobre el carácter abortivo de la AOE pagado por Vaticano. Aquí no se cumplen las condiciones que mencioné anteriormente. En esos casos, diría que un académico serio no debería involucrarse, porque su independencia y autonomía estarían comprometidas.

En general, yo diría que mientras los concursos de proyectos y consultorías sean dirigidos por entidades y personas serias, que garanticen la independencia y autonomía de tu trabajo, mientras este sea evaluado según consideraciones académicas y términos de referencia precisos, y mientras se trate de temas relevantes, todo está bien. Si sientes que esa independencia y autonomía están comprometidas, si la institución no es confiable, si el tema es tendencioso o sesgado, pues no te presentes. Y si es que pensaste que había condiciones adecuadas, y en medio del proceso de investigación recibes presiones indebidas, pues denúncialas.

Este post ya está muy largo, así que en la próxima sigo con el texto de Lynch.

Imagen tomada del blog de Carlos Mejía, Bajada a Bases: sindicalismo, política, cultura y trabajo; todo junto y revuelto.
http://sindicalistas.blogspot.com/

domingo, 14 de febrero de 2010

De los principios a las políticas

Artículo publicado en La República, domingo 14 de febrero de 2010

El sábado 6 Alberto Adrianzén y el martes 9 Nelson Manrique tuvieron a bien comentar en estas páginas un par de artículos míos, el primero reseñando el reciente libro La transición inconclusa... (también en este diario), y el segundo comentando sobre la objetividad en las ciencias sociales, en mi blog martintanaka.blogspot.com

¿Qué distingue a los militantes y activistas de los científicos sociales? Los primeros deben dar buenas razones a favor de las causas que defienden, y desarmar argumentos contrarios a las mismas; considero que un científico social debe más bien intentar explicar por qué las cosas son como son, estar siempre abierto a que la realidad no se ajuste a sus preferencias, deseos o hipótesis, y dar cuenta de ello. Estoy de acuerdo con Manrique cuando dice que la objetividad es finalmente una quimera; pero de ello no se debe deducir que tenemos derecho a ser subjetivos y arbitrarios. Por el contrario, se deduce que debemos hacer todos los esfuerzos posibles por controlar nuestros inevitables sesgos.

Para un científico social trabajar temas políticos es complicado: a diferencia de otros terrenos más distantes a la vida cotidiana, sobre los sucesos políticos todos tenemos como ciudadanos opiniones legítimas. De otro lado, todos los científicos sociales tenemos preferencias, valores, simpatías, y es difícil controlarlas. Las discusiones generadas a partir de la publicación de Usted fue aprista de Manrique son elocuentes al respecto. Además, la cosa se complica más cuando científicos sociales asumen banderas partidistas, como pudo verse en las discusiones generadas por la reciente adhesión de intelectuales como Adrianzén, Lynch, López, Jiménez y otros a la candidatura presidencial de Ollanta Humala.

Estos profesionales cuestionan el modelo neoliberal, lo que es legítimo. Sin embargo, creo que desde ahora deberíamos esforzarnos todos en ser más precisos: ¿qué significa eso? Hago la misma sugerencia a los economistas del blog Actualidad Económica del Perú (aeperu.blogspot.com), que opinan en este diario. ¿Cuáles son las medidas concretas alternativas? (los simpatizantes del modelo, por su lado, deberían decirnos concretamente cómo combatir la exclusión social). La idea es que estos debates salgan del ámbito de especialistas y se conviertan en propuestas que puedan ser recogidas por los candidatos en sus campañas. Y acaso en el camino descubriremos que, lo que ubicados en plano principista parecen grandes desavenencias, al pasar al plano de las políticas concretas en realidad son diferencias de matiz. A estas alturas nadie razonable propone ni la destrucción del Estado ni un intervencionismo soviético. En general, me parece que en nuestro país los debates en este terreno se parecen más a los chilenos y brasileños que a los argentinos o bolivianos. Nuestro problema, en realidad, me parece que está en la precariedad de nuestro sistema político.


AMPLIACIÓN:

Sobre los temas comentados en el artículo, ver:

http://martintanaka.blogspot.com/2010_02_01_archive.html
http://martintanaka.blogspot.com/2010_01_01_archive.html

Profundizando en el tema del último párrafo del artículo, ver por ejemplo:

Debate Necesario
miércoles 20 de enero de 2010
Pedro Francke
http://aeperu.blogspot.com/2010/01/debate-necesario.html

Francke arranca muy bien, pidiendo evitar debates falsos. Luego, identifica temas de controversia. Todos queremos aumentar la recaudación, pero unos proponen bajar los costos laborales para promover la formalización, mientras que otros aumentar los impuestos a las empresas mineras, petroleras y de finanzas. Muy bien. Pero después, me parece que viene una enumeración de cosas que podrían generar consensos amplios: defender derechos laborales reconocidos internacionalmente, promover la agricultura y la pequeña empresa, incentivos varios para promover el turismo, el avance tecnológico, el surgimiento de nuevas industrias, la descentralización de la economía... recientemente, por ejemplo, el gobierno neoliberal actual ha aprobado una ley que exonera de impuestos a las actividades económicas que se ubican por encima de los 2500 metros. Al margen de que sea una mala iniciativa, esto sugiere que se puede ser "neoliberal" y dar incentivos que promuevan actividades específicas.

viernes, 12 de febrero de 2010

"Objetividad" y ciencias sociales (2)

El martes pasado Nelson Manrique respondió a unos comentarios míos del 1 de febrero, referidos a un texto de Gonzalo Gamio y del propio Manrique, referidos a la objetividad en las ciencias sociales. Los links pertinentes son:

La objetividad
Mar, 19/01/2010
Nelson Manrique
http://www.larepublica.pe/node/244968

Jueves 28 de enero de 2010SOBRE LA OBJETIVIDAD Y LA CIENCIA SOCIAL
Gonzalo Gamio
http://gonzalogamio.blogspot.com/2010/01/sobre-la-objetividad-y-la-ciencia.html

lunes 1 de febrero de 2010
"Objetividad" y ciencias sociales
http://martintanaka.blogspot.com/2010/02/objetividad-y-ciencias-sociales.html

El justo medio
Mar, 09/02/2010
Nelson Manrique
http://www.larepublica.pe/columna-en-construccion/09/02/2010/el-justo-medio

Bueno. Creo que gran parte de la discusión parte de un malentendido (debo haberme expresado mal, o de manera ambigua). Yo critico que Manrique considere que sigue la noción de "justo medio" todo aquel que “asigna una posición a las ideas existentes en plaza (radicales o conservadoras, progresistas o reaccionarias, etc.) para luego buscar ubicarse en una posición equidistante de ellas”. Me parece que es tergiversar la noción de justo medio que viene desde Aristóteles. Y la apelación a este último no tenía como propósito llevar el debate por el camino de la virtud y la búsqueda de la felicidad de los investigadores, sino buscar inspiración en esa noción para plantear un debate teórico, sobre el que volveré más adelante. Manrique termina preguntando si es que yo, y en general, todos los que pensamos la realidad tenemos una ideología, y mi respuesta es sencillamente que sí, que tiene razón, precisamente en el texto que él critica digo claramente que la objetividad es una quimera y que el investigador social nunca estará libre de condicionantes sociales. Concuerdo por eso con él (y con Gamio) en la necesidad de que los investigadores debemos hacer transparentes nuestros supuestos, valores, etc. Supongo que ellos también estarán de acuerdo conmigo en que la metodología de la ciencia busca precisamente controlar lo más posible que esos supuestos, valores, etc., nos impidan ver la realidad de la manera más rigurosa posible.

Quisiera más bien seguir la discusión comentando de qué manera la noción del justo medio puede servir de inspiración para las ciencias sociales, espero que estas ideas sean de utilidad, por ejemplo, a estudiantes buscando definir mejor sus temas de tesis. Una buena manera de encontrar un tema de investigación es abordando una controversia. En Aristóteles, se piensa cuál es la respuesta virtuosa ante las amenazas, y se encuentra que un extremo es la cobardía, el otro la temeridad, y se define que el justo medio es la valentía. De un manera similar, respecto a algún asunto, uno puede registrar un abanico de posiciones, sin que exista un consenso sobre cuál es la correcta. ¿Qué hacer con ellas? Estas se pueden ordenar teóricamente, según el tipo de variable independiente o el tipo de explicación al que apelan para dar cuenta del fenómeno que se estudia. Y allí uno puede establecer, con criterios teóricos, las posiciones que ocupan los extremos y las posiciones intermedias.

Ejemplo: interpretaciones que enfatizan más variables estructurales u otras que enfatizan más la capacidad de acción de los actores; interpretaciones que enfatizan más el carácter autónomo y profesionalizado del Estado y otras que enfatizan su vulnerabilidad y dependencia de grupos de interés privados; etc. El principal problema que hay que evitar es caer en el defecto de caricaturizar estas posiciones, para descartarlas fácilmente después, y así resaltar artificiosamente el aporte que uno hace. Uno debe discutir siempre con los mejores argumentos alternativos, no con los peores. El aporte de la investigación sería indagar qué postura es la más acertada, ya sea en general como para algún caso específico, basándose en una metodología que implica algún recojo y análisis de evidencia empírica. Seguramente (por supuesto, no siempre) la conclusión será que la postura más razonable no se ubicará en las posiciones extremas (y tampoco en la posición equidistante entre ellas), sino en un "justo medio". Espero tener tiempo para continuar con temas como este, que espero sirvan, como decía más arriba, a estudiantes tratando de definir bien sus preguntas de investigación para la tesis.

miércoles, 10 de febrero de 2010

"Crítica a los críticos" de Alberto Adrianzén

El sábado pasado Alberto Adrianzén respondió a mi columna del 24 de enero, en la que reseño su libro La transición inconclusa. Los links de mi texto y del de Adrianzén son:

http://martintanaka.blogspot.com/2010/01/la-transicion-inconclusa.html

http://www.larepublica.pe/disidencias/06/02/2010/critica-los-criticos

Las críticas de Adrianzén se ubican en varios planos. En primer lugar, me critica por hacer deducciones equivocadas. Dice que el grueso del libro fue redactado entre 2000 y 2004 (el colofón en 2007), por lo tanto no podría decirse nada sustantivo de su reciente apoyo a Humala, o de su evaluación de los gobiernos de Correa y Morales partiendo de éste. Luego, señala afirmaciones que serían equivocadas: Adrianzén advierte, para Venezuela, "riesgos o tentaciones autoritarias", con lo cual sí sería crítico con Chávez; y entre liberalismo y democracia para él no habría "contradicción", sino "tensión".

Sobre lo primero, creo que el libro puede leerse como una unidad. Me parece que el libro es más coherente de lo que el propio autor considera; las ideas del colofón no son contradictorias con las presentadas en las páginas anteriores. La "tensión" entre capitalismo y liberalismo se plantea al inicio, de allí se deduce que la reforma neoliberal de Fujimori haya sido autoritaria; y también que con la transición debió romperse con el modelo económico y político...

Respecto a mis afirmaciones equivocadas: decir de Venezuela que hay "riesgos o tentaciones autoritarias" me parece que confirma lo poco crítico que es Adrianzén con Chávez, quien encabeza un gobierno abiertamente autoritario y arbitrario. Sobre la tensión o contradicción entre liberalismo y democracia, en su propio artículo Adrianzén dice que "el autoritarismo no es solo un régimen que controla reglas y procedimientos sino también, y sobre todo, un “pacto de dominación” (capitalista)". Me parece que con esto el autor sin querer me da la razón. Para él el liberalismo capitalista es autoritario, no democrático (¿y los países liberales capitalistas democráticos?) o peor aún, el autoritarismo es capitalista, afirmación sin mucho sentido porque hay muchos autoritarismos no capitalistas (como el de Chávez).

Luego, Adrianzén cae en el vicio de adjudicarme ideas o intenciones que no tengo. Dice que "le parece un error decir que hoy la vía socialdemócrata unifica liberalismo y democracia". Yo no digo eso de hoy; eso ha sido así históricamente. Y el hecho de que hoy haya en Europa un predominio de la derecha confirma mi punto anterior: puedes tener capitalismo, gobiernos de derecha, que son al mismo tiempo democráticos. No hay por qué asociar autoritarismo con capitalismo. Volveré sobre este punto más adelante.

El autor dice que no quiero discutir una de las tesis más importantes de su libro; no es que no quiera, simplemente en mi reseña tomé los aspectos que me parecieron más interesantes para el público en general. Dice que para mí las reglas y el diseño son lo único, mientras que para él son importantes, pero no lo único. En realidad, en eso estamos de acuerdo, como se verá más claro más adelante. Después dice que "Tanaka no es partidario de que se cuestione el orden social ni el “modelo neoliberal” porque eso trae “ingobernabilidad". No es exacto; yo diría más bien "cuestiona el orden social y el modelo neoliberal todo lo que quieras (sobre las preferencias de cada quien no me meto), pero piensa en cómo vas a enfrentar los problemas de gobernabilidad que aparezcan, y sus consecuencias". Estoy seguro que es un comentario que Alvaro García Linera le debe haber hecho a Evo Morales en más de una ocasión.

Finalmente, Adrianzén señala algunos puntos que considera centrales en la discusión, que comento brevemente:

a) en la década de los 80 se dio el desembarco de la teoría liberal (sobre todo norteamericana) en Latinoamérica. Estas ideas fueron aceptadas acríticamente (sin problematizarlas) por una serie de politólogos y por algunos partidos progresistas;

De acuerdo parcialmente. En la ciencia política pasamos de la hegemonía del marxismo a visiones pluralistas; que fueron aceptadas sin crítica suficiente, creo que es cierto. La necesidad de una revisión crítica se hacía particularmente necesaria porque lo que ocurrió es que las mismas personas que en la década de los años setenta hablaban de revolución pasaron en los ochenta a hablar de la necesidad de la construcción de consensos y la defensa de la democracia política. Y Alberto Adrianzén fue uno de ellos, junto con el grupo de "El Zorro de abajo". Sobre el paso de la revolución a la democracia en América Latina ver de Norbert Lechner, Los patios interiores de la democracia (Santiago, FLACSO, 1988); sobre los Zorros, ver de Osmar Gonzales, Señales sin respuesta. Los Zorros y el pensamiento socialista en el Perú, 1968-1989 (Lima, PREAL, 1999).

En esos años, eran los Zorros los criticados por haber asumido acríticamente el paradigma democrático, abandonando el marxismo, sin hacer un balance y un "ajuste de cuentas", como señaló reiterada y singularmente Guillermo Rochabrún. Ver al respecto su libro Batallas por la teoría. En torno a Marx y el Perú (Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2007, 559p.). Hice una reseña de ese libro aquí:

martes 18 de diciembre de 2007
Guillermo Rochabrún, marxista crítico http://martintanaka.blogspot.com/2007/12/guillermo-rochabrn-marxista-crtico.html
(publicado también en Que Hacer, n° 169, enero – marzo 2008. Lima, DESCO (p. 106-115).

Reconociendo el punto señalado por Rochabrún, yo pienso que el cambio de paradigma fue un avance, que fue una clara ganancia dejar el dogmatismo marxista y asumir paradigmas más plurales y abiertos a la investigación empírica en las ciencias sociales. Ahora, otro punto de debate es cuán genuino fue el abandono del paradigma revolucionario para adoptar uno democrático; cuán consecuentes son los ex revolucionarios con los valores democráticos, en qué medida están dispuestos o no a olvidarse de los valores democráticos cuando aparece un líder revolucionario. Tema planteado por Eduardo Dargent en su libro Demócratas precarios. Élites y debilidad democrática en el Perú y América Latina (Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2009), que reseñé aquí:

domingo 6 de diciembre de 2009
¿Élites o neoliberalismo?
http://martintanaka.blogspot.com/2009/12/elites-o-neoliberalismo.html

b) esta hegemonía liberal tuvo como una de sus principales consecuencias la aceptación, como uno de los pilares para el análisis, de una definición mínima de la democracia (básicamente procedimental);

De acuerdo parcial: en el nuevo paradigma, uno debe distinguir diferentes tipos de régimen, y para ello la definición procedimental es útil, como herramienta descriptiva. Sobre el punto ver, entre muchos otros,

Classifying Political Regimes in Latin America, 1945–1999
Scott Mainwaring, Daniel Brinks, and Aníbal Pérez-Liñán
Working Paper #280 – September 2000
http://kellogg.nd.edu/publications/workingpapers/WPS/280.pdf

c) pero también supuso la aceptación de un concepto de autoritarismo mínimo que ha dado lugar al nacimiento de otros conceptos dudosos como el “autoritarismo competitivo” que tanto gustan de usar Tanaka y otros politólogos cuando analizan el fujimorismo;

De acuerdo parcial: parte de la necesidad de distinguir entre tipos de régimen lleva a clasificar mejor los regímenes no democráticos, y allí están los autoritarismos competitivos. No es nada dudoso, es un concepto de gran legitimidad dentro de la especialidad. Ver p.e.: Schedler, Andreas, ed., Electoral Authoritarianism: The Dynamics of Unfree Competition (Boulder, L. Rienner Pub., 2006); del mismo autor, “The Menu of Manipulation”; de Levitsky, Steven, y Lucan Way, “The Rise of Competitive Authoritarianism”; y de Diamond, Larry, “Thinking About Hybrid Regimes”; estos tres últimos textos aparecieron en Journal of Democracy, vol. 13, n° 2, 2002. [Ver también de Carrión, Julio, ed., The Fujimory Legacy. The Rise of Electoral Authoritarianism in Peru. Pennsylvania, Penn State University Press, 2006].

d) la definición de “autoritarismo mínimo” no es útil para analizar el fujimorismo porque evade un tema fundamental: el autoritarismo no es solo un régimen que controla reglas y procedimientos sino también, y sobre todo, un “pacto de dominación” (capitalista) tal como afirmaron, alguna vez, Cardoso, Brunner y O’Donnell.

En esto estamos totalmente en desacuerdo. Yo considero que la noción del autoritarismo competitivo es tremendamente útil para entender la particularidad del fujimorismo en perspectiva comparada. Es lo que intenté hacer en este texto: “From Crisis to Collapse of the Party Systems and Dilemmas of Democratic Representation: Peru and Venezuela” (en: Mainwaring, Scott, Ana María Bejarano y Eduardo Pizarro, eds.: The Crisis of Democratic Representation in the Andes. Stanford, Stanford University Press, 2006, p. 47-77; editado en español bajo el título “De la crisis al derrumbe de los sistemas de partidos, y los dilemas de la representación democrática: Perú y Venezuela”, en el libro La crisis de representación democrática en los países andinos. Bogotá, Norma, 2008, p. 89-131).

De otro lado, dudo mucho que hoy por hoy se pueda establecer creíblemente una relación entre capitalismo y autoritarismo (salvo que uno estire la definición de autoritarismo para incluir también regímenes democráticos; como cuando desde el marxismo algunos dicen que la democracia liberal es en realidad una dictadura de clase encubierta). Hay muchos países capitalistas democráticos, y muchos países autoritarios no capitalistas. El comentario de Adrianzén (y la referencia a viejos trabajos de Cardoso, Brunner y O’Donnell) sugiere que el autor piensa en el mundo de los años setenta, cuando toda la región vivía dictaduras militares aparentemente consecuencia de los procesos de modernización e industrialización, y cuando estaba en boga la tesis del "Estado burocrático-autoritario" de O'Donnell (Modernización y autoritarismo. Buenos Aires, Paidós, 1972). Pero estamos hablando de discusiones de hace más de treinta años... Hoy ni O'Donnell, ni Brunner ni Cardoso sostienen eso.

Termino con un punto que trata de encontrar un terreno de acuerdo con lo señalado por Adrianzén. En lo que sí tiene razón es que históricamente las relaciones entre capitalismo y democracia han sido muy problemáticas. Recordemos que en los siglos XVIII y XIX en el mundo los liberales defendían democracias restringidas, y en algunos escritos Marx y Engels especulaban con la posibilidad de que se pudiera llegar al socialismo mediante el sufragio universal. Sobre esto ver de Adam Przeworski, Paper Stones: A History of Electoral Socialism (University of Chicago, 1988). Sin embargo, a lo largo del siglo XX, liberalismo, capitalismo y democracia más bien convergieron. Muchos factores explican esto, entre ellos, el papel integrador jugado por los sistemas de partidos, el desarrollo de los Estados de bienestar, el equilibrio entre los intereses de los trabajadores y de los grandes propietarios, factores internacionales... sobre estos temas hay toneladas de literatura, ver especialmente Rueschemeyer, Dietrich, Evelyne Huber y John D. Stephens, Capitalist Development and Democracy (Chicago, University of Chicago Press, 1992) y Luebbert, Gregory, Liberalism, Fascism, or Social Democracy. Social Classes and the Political Origins of Regimes in Interwar Europe (Oxford, Oxford University Press, 1991), entre muchos otros.

En América Latina, en efecto, vistas las cosas desde las décadas de los años sesenta y setenta, el sentido común era que el desarrollo capitalista propiciaba el autoritarismo político, tesis esbozada por O'Donnell en Modernización y autoritarismo (op. cit.). Me parece que para la actualidad no podría hacerse un argumento así. Sin embargo, también es cierto que nuestras democracias son precarias, débiles, porque no se asientan en instituciones ni en prácticas sociales que aseguren la vigencia plena de la legalidad y de los derechos democráticos. Hay que ver más allá del régimen político, en esto sí estaremos de acuerdo con Adrianzén, considerar la economía, la historia, los grupos y prácticas sociales. Este tema ha sido explorado por el propio O’Donnell recientemente, por ejemplo en: “Algunas reflexiones acerca de la democracia, el Estado y sus múltiples caras” (Ponencia presentada en el XIII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública. Buenos Aires, noviembre, 2008); y “Notas sobre el Estado y la democracia” (Texto presentado en el seminario sobre Democracia en América Latina, Universidad Nacional de San Martín, 2007). Ver:

http://www.clad.org/documentos/congreso/odonnell
http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/odonnell.pdf

Ahora bien, esto no significa descartar concepciones mínimas de la democracia. Simplemente se trata de usar la definición mínima para distinguir la democracia de otros regímenes, pero se hace necesario atender los problemas de calidad democrática, para lo cual hay que mirar más allá del régimen político. Un excelente ejemplo de esta manera de usar los conceptos se encuentra en Linz, Juan, y Alfred Stepan, Problems of Democratic Transition and Consolidation: Southern Europe, South America, and Post-Communist Europe (Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1996). Allí se usa un criterio minimalista para definir la democracia, pero para analizar su funcionamiento y consolidación se tiene que analizar la dinámica de funcionamiento de la sociedad civil, la sociedad política, la sociedad económica, la vigencia del Estado de derecho, y el funcionamiento del Estado como aparato burocrático.

Hay varios proyectos sobre calidad democrática que involucran investigadores nacionales. Ver por ejemplo la Red de Investigadores de la Calidad de la Democracia en América Latina, en donde están Catalina Romero y David Sulmont, o el Andean Democracy Research Network, en el que participamos Rafael Roncagliolo, Sofía Vera y este servidor. Para dar más evidencia de que estamos de acuerdo con Adrianzén en la necesidad de tener miradas más integrales de nuestras democracias. Ver:

http://www2.cmq.edu.mx/calidaddelademocracia/index.php?option=com_content&view=article&id=93:acerca-de-la-red-de-investigadores-de-la-calidad-de-la-democracia-en-america-latina&catid=35:acerca-de-la-red&Itemid=28

http://blogs.ubc.ca/andeandemocracy/files/2009/08/research-collaborators.pdf

Espero que este largo y académico post sea de utilidad a los interesados en estos temas. Esto le daría más sentido a la discusión con Adrianzén.

domingo, 7 de febrero de 2010

Fragmentación y transfuguismo

Artículo publicado en La República, domingo 7 de febrero de 2010

A inicios de 2009, existían en el país 20 partidos políticos nacionales inscritos ante el JNE. Un número excesivo: en la actualidad, tenemos 23, y podríamos tener más antes de que se cierre el registro para las próximas elecciones. La ley de partidos (ley 28094) ha seguido la filosofía, correcta, de elevar las barreras de entrada al sistema, para que así los débiles e improvisados salgan del escenario, y queden los más fuertes. La ley no está funcionando como debiera: el requisito de las firmas y la constitución de comités es muy alto para quien quiera hacerlo en serio, y relativamente fácil para quien tenga dinero con el cual pagar a los recolectores de firmas y allegados que luego son responsables de comités fantasmas. ¿Cómo se explica la existencia de partidos como “Despertar Nacional”, “Siempre Unidos” o “Participación Popular”?

De otro lado, la ley establece una barrera electoral, según la cual se pierde el registro si es que no se obtiene un mínimo de votos; así perdieron el registro el Partido Socialista, el Partido de la Democracia Social y el Movimiento Nueva Izquierda, pero se han mantenido otros que tampoco cuentan con respaldo electoral. ¿Cómo así? Mediante la cobertura de las alianzas. Así es como se mantuvieron Cambio Radical y Renovación Nacional (dentro de Unidad Nacional), la Coordinadora Nacional de Independientes (dentro del desaparecido Frente de Centro) o Cambio 90 (dentro de las alianzas fujimoristas).

En general, tenemos un grupo de partidos con una mínima representatividad, digamos que alrededor de diez, y otra decena que sobrevive gracias a la debilidad de nuestra ley de partidos. El asunto empeora porque además tenemos movimientos regionales y organizaciones políticas locales que fragmentan todavía más el escenario. En este marco, quienes pretenden construir organizaciones en serio la tienen muy complicada, y las aventuras personalistas la tienen muy fácil. Ya ni siquiera se tiene que hacer el esfuerzo de crear un “movimiento bamba”, basta pedirle a alguien con registro que, a cambio de muy poco, “preste” su organización. Así, Jaime Bayly se presta el logo de Cambio Radical para su aventura presidencial; Kouri no necesita organización para ser candidato a la alcaldía de Lima, porque más de uno le ofrece su logo. Y quienes antes tenían que escalar posiciones y hacer méritos dentro de una organización partidaria, ahora pueden ser tránsfugas y candidatear con cualquiera. Y después nos quejamos porque hay mucha improvisación y descoordinación en la política y en la gestión pública.

La solución a esto es buscar mejores maneras de hacer más exigente la actividad política, hoy excesivamente abierta y permisiva. Esto no tiene por qué ser considerado conservador (ver artículo de Alberto Adrianzén, de ayer en este diario); si la izquierda tomara en serio el desafío, debería ser uno de los pilares de un nuevo sistema de partidos.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Recomendaciones variadas

.
Recomendaciones variadas de lectura. Primero, Stanislao Maldonado retoma una discusión en la que participé hace algún tiempo, actualizada con la reciente nominación al Oscar de "La teta asustada":

lunes 1 de febrero de 2010
Reivindicando a Romerito (I)
Stanislao Maldonado

Hace un tiempo se armó en la blogosfera una discusión interesante que tenía que ver con la peruanidad y la forma en que los peruanos percibimos el éxito y el fracaso de los connacionales. Esta surge a partir de una serie de posts que escribiera Silvio Rendón en el Gran Combo Club acerca de lo que él llama el “síndrome romerito”, que más o menos refiere a esta suerte de incapacidad que tendríamos los peruanos para ganar. Martín Tanaka desde su blog contrapuso al “síndrome romerito” con lo que él denomina el “efecto salmón” y el “efecto caballo de troya”, haciendo notar con ello de que el éxito requiere, por un lado, del apoyo de otros (en el caso de un deportista, de buenos técnicos, buenos dirigentes, apoyo de la empresa privada, entre otras cosas) y –por el otro- de la existencia de grupos de avanzada que van abriendo la cancha para los que vienen detrás. Los logros recientes de Kina Malpartida y de Claudia Llosa, a diferencia del “fracaso” de Romerito, serían –de acuerdo con Tanaka-una expresión de lo anterior:

“Digamos que Romerito perdió porque estaba muy solo: era un buen boxeador, pero no tenía buena esquina. Tal vez Kina Malpartida ganó porque, además, de ser buena, tenía buena esquina. Y esa buena esquina, el apoyo profesional que requería para avanzar, no lo tenía en el Perú. Por ello tuvo que conseguirlo en Australia y en los Estados Unidos. La anécdota de que con pasaporte peruano no consiguió visa para poder pelear en los Estados Unidos, y que por ello tuvo que sacar pasaporte australiano es muy elocuente. Peleó con una bandera de Australia: no importa. Lo importante es que su triunfo puede ser útil para los deportistas peruanos.

Creo que algo parecido se puede decir de Claudia Llosa: su éxito también puede ser leído como fruto de la iniciativa de un grupo de adelantados. Lo que no consiguieron aquí lo consiguieron fuera. No importa: su éxito puede abrir puertas y dar oportunidades a más peruanos." (El Efecto Salmón y el Caballo de Troya)

Quiero retomar la discusión, pero dándole énfasis a una suerte de dimensión distributiva implícita en el debate que me parece se perdió un poco en la discusión original. Mi argumento va como sigue: para evaluar el éxito de un peruano en el exterior, deberíamos prestar atención no solo a las limitaciones que este enfrenta por el hecho de ser peruano, sino también a las limitaciones que están asociadas con el lugar original que este ocupa en la distribución del ingreso... "


http://asesinatoenelmargen.blogspot.com/2010/02/reivindicando-romerito-i.html

De otro lado, un post de Gonzalo Gamio comentando un artículo de Sinesio López sobre la derecha peruana, en el que dejé un comentario:

SEPARAR Y REUNIR: SINESIO LÓPEZ SOBRE LA DERECHA PERUANA
Lunes, 01 de Febrero de 2010, 04:08:11 p.m.
Gonzalo Gamio Gehri

Decía Platón en El Sofista que las actividades fundamentales de la dialéctica son la separación y la unión conceptual: saber hacer las distinciones adecuadas, y elaborar síntesis cuando la ‘naturaleza de la cosa’ así lo amerita. Se trata de una lección fundamental que trasciende el ámbito propio de la filosofía, pues echa luces sobre el quehacer intelectual en general.

Leo con sumo interés el artículo del notable maestro Sinesio López – La derecha en el Perú – en el que hace un retrato crítico de las actitudes y referentes del derechista criollo. Como es peculiar en sus escritos, procede con agudeza y manejando muy bien la ironía. También se expresa con dureza, con la contundencia de aquel que, además de estar acostumbrado al rigor de las polémicas académicas, conoce el combate ideológico-político. El autor combina el argumento con la sátira:

“En el Perú no existen investigaciones históricas y empíricas que ayuden a definirla mejor. La peruana es una derecha difusa, borrosa, sin perfiles claros. Ella alberga a conservadores y a reaccionarios, a los defensores de la tradición y del statu quo, a los promotores del autoritarismo (la mano dura) y a los arribistas de toda laya. Cuando son católicos pertenecen al Opus Dei o al Sodalitium y, por eso mismo, son fundamentalistas pues fusionan la religión con la política. Son endogámicos: estudian en los mismos colegios, pertenecen a los mismos clubs exclusivos, se divierten en las mismas playas de moda, leen los mismos best sellers y, desde luego, a Vargas Llosa, su novelista favorito”.

Es más que seguro que algunos de los miembros de estos grupos religiosos conservadores protestará por la mención, que sin duda les molestará. Es verdad que la mención puede resultar algo gruesa, dado que existe una “derecha católica” (y también existe una “derecha evangélica”, lo señalo al paso) activa en la política que no necesariamente pertenece a estos grupos; la expresión también se refiere a individuos que se han asimilado a otra clase de colectivos completamente diferente, de tipo más “ideológico-cultural”, para decirlo de algún modo. En realidad, existen numerosos grupos tradicionalistas de extrema derecha religiosa y / o política – particularmente en la Red –, que responden a los más diversos y extraños idearios y programas de acción (entre los más radicales están los que se describen, curiosamente, como “católicos”, pero rechazan el Concilio Vaticano II en clara sintonía con el lefrebvrismo, y en clara contradicción con su declaración inicial; fustigan - sin mayores argumentos, en la línea del integrismo que practican - el “modernismo teológico”, pero pretenden confundir torpemente al lector identificándolo sin más con la defensa de la cultura moderna, que ellos rechazan de plano en todos sus aspectos). Asimismo, la mención a Vargas Llosa podría ser objetada desde diversos puntos de vista. Difícilmente La Fiesta del Chivo podría ser complaciente con el ideario autoritario que cultiva la derecha radical.

Creo que es preciso introducir matices en la lectura de López, y a eso me dedicaré en este post, a hacer distinciones en torno a las diferentes posturas asociadas comúnmente con la "derecha", pues es preciso no confundirlas....


http://gonzalogamio.blogspot.com/2010/01/separar-y-reunir-sinesio-lopez-sobre-la.html

Finalmente, una excelente referencia sobre "el estado del arte" en la ciencia política contemporánea, pertinente para la discusión sobre la objetividad en las ciencias sociales que planteé aquí:

lunes 1 de febrero de 2010
"Objetividad" y ciencias sociales
http://martintanaka.blogspot.com/2010/02/objetividad-y-ciencias-sociales.html

c h a p t e r 1
THE STATE OF THE DISCIPLINE, THE DISCIPLINE OF THE STATE
robert e. goodin

The Oxford Handbook of Political Science
Edited by Robert E. Goodin
Jul 2009

"(...) Here, however, I want to focus on one characteristic feature of these periodic “great debates” within the profession: their Manichean, Good versus Evil form. Nor is it found in only those major episodes that traumatized the profession as a whole. Even as regards the more substantive “great debates” within each of the various subdisciplines, there is a remarkable penchant for representing the options in “either–or” fashion. Behavioralist or traditionalist, structure or agency, ideas or interests, realist or idealist, rationalist or interpretivist: you simply have to choose, or so we are constantly told.

On all those dimensions, and many others as well, the only proper response is to refuse to choose. Respond, insistently, “Both!” Both sides to the argument clearly have a point, both are clearly on to something. Elements of both need to be blended, in some judicious manner (not just any will do), into a comprehensive overall account.

The “tyranny of small differences” is a notorious hazard across all of life. Among academics on the make, the tendency to exaggerate the extent of their differences, so as to emphasize the novelty and distinctiveness of their own contribution, powerfully fuels that general phenomenon (Moran 2006). Still, those are the machinations of “youngsters in a hurry” (Cornford 1908, 5), not the settled judgements of seasoned practitioners confident of their place in the profession.

That may seem a strong conclusion, but it has history on its side. Remember the equanimity with which the behavioral revolution was originally greeted by those then ruling the profession.

If the behavioral revolution’s main tenets are behavior, science, pluralism and system, then “traditionalists” had little reason to oppose it. Research on behavior at the individual levels was already being done in the 1930s and 1940s ...—and those who did not do it had little objection to those who did. The commitment to science was of long standing. . . . Pluralism as empirical theory was hardly new—indeed, the “latent theory of the traditionalists as . . . [a] ‘parallelogram of forces’ . . .” sounds a lot like pluralism. (Dryzek 2006b, 489–90)

Not until that revolution had been won was it seriously challenged, and even then in a way the mainstream studiously ignored. Leo Strauss’s vituperative “Epilogue” to Storing’s 1962 Essays on the Scientific Study of Politics constituted the challenge, but “the challenge was never officially accepted by the profession of political science.” Other political theorists (Schaar andWolin 1963) were left to “come to the defense of political science.” And “political theorists . . . were left to squabble among themselves in their isolation from the discipline at large,” which proceeded basically to ignore “both the accusations that had been made against them and the proffered defense” (Saxonhouse 2006, 847–8).

“Multi-perspectival approaches” are the embodiment of the refusal to succumb to the demands of “either–or.” The fruitfulness of such approaches, and the willingness of members of the profession not merely to tolerate but to embrace them, is evinced across the ten-volume series of Oxford Handbooks of Political Science. Constructivists co-edit and coauthor with rationalist-realists (Reus-Smit and Snidal, this volume), critical theorists with post-structuralists (Dryzek, Honig, and Phillips, this volume), qualitative methodologists with quantitative (Box-Steffensmeier, Brady, and Collier, this volume); and all of them celebrate the synergies. Nowadays very few sophisticated philosophers or social scientists believe in covering-law positivism anymore (Moon 1975; Kitcher 1981; Hay 2002). But instead of throwing their hands up in despair, they turn to whole other disciplines that systematically map the many other contextual factors upon which political outcomes depend (Tilly and Goodin, this volume; cf. Flyvbjerg 2001 and Laitin 2003).

For a brief worked example of how such a multi-perspectival approach might work, consider the “new institutionalism.” Distinction-mongers divide that into multiple distinct “new institutionalisms” which they insist are incompatible in their fundamental epistemological and ontological assumptions: rational-choice, historical, constructivist, network (Rhodes, Binder, and Rockman 2006, chs. 2–5), discursive (Schmidt 2008). But it is not really all that hard to see coherent ways of synthesizing them all.

Of course, any attempt at synthesis has to start somewhere and in so doing will inevitably privilege some of those building blocks more than others.My own inclination is to start with a basically rational-choice account of intentional agents pursuing their projects through games of a slightly richer sort than ordinary game theory captures. Out of the interplay of those interactions, institutionalized solutions to their common problems emerge and acquire normative force among those who want to rely on those institutionalized solutions for future dealings (the constructivist and network institutionalist insight). Some branches of the extensive form of the game end sooner and less satisfactorily than others, with all possibilities for further development having been played out; in those cases we must either resign ourselves to making do with nonideal arrangements or face the prospect of a sharp and costly renegotiation of our settled practices (the historical institutionalist point). Often however we can simply shift among a plurality of different institutions governed by different norms and involving different players to address different problems we encounter (constructivist, discursive, and network institutionalisms again). In short, thinking how intentional goal-seeking agents might operate on and through history, developing shared norms and institutions as an aid to doing so seems to me a tolerably good synthesis of the many ostensibly “very different” strands of the new institutionalism (Goodin 1996; 2000; see similarly Knight 1992; Hay and Richards 2000; Orren and Skowronek 2004; Offe 2006; Hertting 2007; and most especially Olsen 2009).

That seems a good example of the potential fruitfulness of judicious combinations of ostensibly either–or approaches within political science. Such multi-perspectival accounts can come from collaboration via interdisciplinary or multidisciplinary research teams (Moran 2006). Or they might come from hybrid “border-crossing” scholars who themselves sit at the intersection of multiple different disciplines and move easily between them (Dogan and Pahre 1990; Dogan 1996; Rudolph 2002). Or they might come from collaborations across different sub-disciplines within political science, or from collaborations across some ostensible “great divide” within the same
sub-discipline..."

http://fds.oup.com/www.oup.com/pdf/13/9780199562954.pdf

lunes, 1 de febrero de 2010

"Objetividad" y ciencias sociales

En las últimas semanas aparecieron un par de textos, de Nelson Manrique y Gonzalo Gamio, que discuten el tema de la "objetividad" en las ciencias sociales. Los tres somos profesores universitarios, y esto da pie para un pequeño diálogo interdisciplinario, entre un filósofo, un historiador y un politólogo, que podría ser de utilidad para estudiantes y colegas. Ver:

La objetividad
Mar, 19/01/2010
Nelson Manrique
http://www.larepublica.pe/node/244968

Jueves 28 de enero de 2010
SOBRE LA OBJETIVIDAD Y LA CIENCIA SOCIAL
Gonzalo Gamio
http://gonzalogamio.blogspot.com/2010/01/sobre-la-objetividad-y-la-ciencia.html

Ambos textos plantean temas interesantes de discusión, y algunos requieren a mi parecer de precisiones, necesarias para evitar confusiones perniciosas. Escribo los comentarios que siguen poniéndome un poco en plan de profesor de metodología de ciencia política, teniendo como interlocutor imaginario a un estudiante de la especialidad. Aclaro que si bien la metodología no es mi campo principal, sí lo es la investigación, por eso he tenido a mi cargo seminarios de tesis en los últimos semestres.

Empiezo por la idea principal que quiero transmitir. Estoy totalmente de acuerdo con que el "conocimiento objetivo" es una quimera; pero la conclusión que debemos sacar de ello es que precisamente por eso en la investigación debemos esforzarnos al máximo por ser rigurosos y por seguir un método, de modo que nuestros planteamientos estén bien fundamentados, evalúen los temas de estudio con criterios y unidades de medida justas, se sostengan en evidencia recogida sin sesgos, siguiendo un protocolo, y sean verificables, contrastables, falsificables, sometibles a crítica, es decir, esforzarnos por reducir lo más posible el margen para la subjetividad y la arbitrariedad. Aún así, debemos siempre ser humildes, porque nunca lograremos evitar del todo sesgos, supuestos no examinados, escapar de múltiples determinaciones sociales, epistemológicas. El problema es transmitir el mensaje de que, como la objetividad no existe, solo existe la subjetividad, y por lo tanto todos estamos autorizados a decir lo que nos de la gana y a defender aquello en lo que creemos sin ningún control. Mi experiencia personal es que, aunque parezca exagerado, este riesgo es mucho más grande de lo que uno supondría en nuestras ciencias sociales.

Pasando al texto de Manrique: partiendo de lo anterior, es que pienso que el investigador sí debe tratar de ser lo más "neutral" posible, entendiendo por ello el estar totalmente abierto a que los datos de la realidad no correspondan con nuestras preferencias o deseos, o con nuestras hipótesis iniciales. Es más, el diseño de investigación debe favorecer la probabilidad de falsear nuestras hipótesis, no verificarlas, para así darles más robustez. Yo pienso que en nuestras ciencias sociales el vicio más recurrente en el que caemos es querer acomodar la realidad a nuestros deseos, opciones políticas o simples prejuicios, antes que cualquier otro. Esto se explica porque venimos de una tradición de excesiva politización, mal entendida. Atención que no pienso que sea realista ni deseable una concepción de "neutralidad" como vaciada de principios, valores. Hacemos ciencia social desde un compromiso con valores como la libertad, la democracia, la equidad, el pluralismo, la diversidad cultural, la honestidad científica, la búsqueda del conocimiento, etc. Pero nuevamente, debemos estar siempre abiertos a que la realidad no se ajuste a nuestras preferencias y a que nuestro "conocimiento" sea siempre provisional y debatible. Lo que sí me parece muy complicado es hacer ciencia social y manejar adhesiones partidistas específicas; complicado, no imposible.

De otro lado, Manrique plantea una discusión sobre el justo medio, y la plantea mal: el justo medio desde Aristóteles no es asumir equidistancia entre las posiciones "existentes en plaza". Es buscar la posición correcta entre extremos definidos en el terreno teórico, o principista. Cuando Aristóteles dice que la valentía es el justo medio entre la cobardía y la temeridad no construye los extremos viendo las posiciones de otros, sino considerando tipos de respuesta ante situaciones amenazantes. Quien sigue el justo medio nunca se rige por lo que hagan o digan los demás; por el contrario, al definir su posición principistamente, es un referente para los demás. Y el punto medio no implica equidistancia: la valentía está más cerca de la temeridad que de la cobardía. Manrique cae en el viejo vicio de caricaturizar las posiciones contrarias para así rebatirlas fácilmente. Sobre estos temas algo he comentado antes, ver:

http://martintanaka.blogspot.com/2006/10/el-justo-medio-en-aristteles.html

Respecto a Gamio; de acuerdo con que hay que ser riguroso siempre, se sigan metodologías cuantitativas o cualitativas, se escriba un ensayo generador de hipótesis o se realice una investigación acotada que busca verificar la verdad o falsedad de un enunciado o hipótesis concreta. Si yo dictara un curso de metodología, empezaría con algunas sesiones de epistemología, y concluiría lo mismo que Gamio; la "objetividad" es una quimera. Pero como dije antes, la conclusión de ello es la necesidad de ser riguroso y de controlar la subjetividad y las preferencias del investigador, y de seguir un modelo "humilde" de conocimiento científico, hacer explícitos y transparentes nuestros supuestos para estar atentos a sus límites, como dice Gamio.

De acuerdo también con que nuestras ciencias sociales deben ser plurales en cuanto a enfoques, metodologías, teorías, etc. A los autores hay que leerlos, conocerlos y aprovecharlos en todo lo que se pueda, nunca descartarlos de saque. Sin embargo, Gamio puede caer sin proponérselo en el error que critica, con una suerte de descalificación de la teoría de la elección racional. Estoy de acuerdo con que hay "versiones extremistas" de esa teoría, pero atención que eso se puede decir de cualquier teoría. Y también hay versiones razonables, de las que podemos aprender mucho. Debemos sacar provecho de las mejores versiones de las teorías, no de las peores. Escribí algo sobre esto hace algunos años, "Individualismo metodológico, elección racional, movilización de recursos y movimientos sociales: elementos para el análisis". En: Debates en Sociología, nº 19. Revista de la Facultad de Ciencias Sociales de la PUCP. Lima, 1994. Un autor que a mí me gusta mucho, y que es un magnífico ejemplo de alguien que parte de la teoría de la elección racional para dar cuenta también de sus límites es Jon Elster. Ya he recomendado antes su lectura, ver:

http://martintanaka.blogspot.com/2009/05/jon-elster.html

La teoría de la elección racional es una teoría muy importante en la ciencia política, junto con muchas otras. Es parte de nuestra tradición disciplinaria, y hay que reivindicarla como tal. Cuando dicto cursos de teoría en ciencia política, suelo decir que lo que me parece más sabio es definir la utilidad de las teorías según los temas de investigación, antes que cualquier otra cosa. Y son nuestros intereses de investigación los que nos harán simpatizar más o menos con un enfoque teórico; así, esa preferencia no es fruto de ninguna "superioridad ontológica", es simplemente resultado de nuestra especialización y de nuestra particular forma de ver el mundo. Felizmente quedaron atras nociones como que "no estaría bien" ser funcionalista (o especializarse en la teoría de la elección racional) por su epistemología individualista; del mismo modo que es absurdo pensar que "no estaría bien" ser marxista por su colectivismo. Toda teoría tiene elementos valiosos que debemos aprovechar según nuestros intereses de investigación, y todas tienen puntos ciegos y limitaciones que debemos intentar compensar echando mano de otras herramientas. Así, las teorías deben ser pensadas como "fuente de preguntas", antes que como "fuente de respuestas" como solía muy bien decir Guillermo Rochabrún en sus clases de teoría sociológica. Buenas teorías, o un buen uso de las teorías, abren buenas preguntas y marcan pistas útiles, fructíferas, de investigación. Las respuestas, siempre parciales, las da la investigación empírica rigurosa.

Gráficos:

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